Me gusta colar en mis charlas literarias anécdotas sobre la vida de los escritores, sus métodos de trabajo o los varapalos que sufrieron con sus obras. A veces, tenemos tan idealizados a nuestros escritores favoritos que nos olvidamos de que son seres humanos y que no siempre gozaron del aplauso del público; es más, algunos nunca alcanzaron el éxito y solo con el paso de los años sus obras han ocupado el lugar que merecen. Por eso, me encanta leer libros que hablan de escritores para conocer su otra cara. Mi última adquisición ha sido 44 escritores de la literatura universal, escrito por Jesús Marchamalo e ilustrado por Damián Flores. En él retratan a prestigiosos autores de la literatura europea y norteamericana de los siglos XIX y XX, resaltando aquellas singularidades de sus vidas y caracteres que no siempre han quedado reflejadas en sus obras. Son unas pinceladas de cada uno, apenas página y media por escritor, pero lo suficiente para hacer que los veamos con otros ojos; a ellos y a sus libros.
Hay anécdotas para todos los gustos. Por ejemplo, sobre sus infancias: el solitario André Gide y su amigo imaginario; el trauma de Charles Dickens con el pote de betún; el peculiar pasatiempo de Borís Pasternak; la origen de la pasión de George Perec por coleccionar soldaditos y la similitud entre las travesuras de Mark Twain y las de su famoso personaje Tom Sawyer.
El apartado de excentricidades, como era de esperar, da mucho de sí: los paseos en pantuflas y bata de Balzac o las maratonianas caminatas de Robert Walser; la manía de Thomas Mann de anotar cada nimio detalle de su día a día; la costumbre de Giuseppe Tomasi di Lampedusa de cambiar de idioma… según con qué perro hablara; el orgullo de Clarise Lispector al mostrar las cicatrices de su cuerpo a todo aquel que mostrara interés; las disparatadas relaciones de G. K. Chesterton con su familia; la adicción de Joseph Conrad que en varias ocasiones puso en peligro su vida y la de los de su alrededor o la razón por la que Lev Tolstói, ya octogenario, se fugó de su casa.
También se hace referencia a sus carreras literarias: ¿cómo se organizó Georges Simenon para escribir más de mil cuentos?, ¿en qué consistía la literatura industrial mecanizada creada por Alexandre Dumas?, ¿qué manuscrito llevaba encima Albert Camus el día que murió?, ¿qué crueles comentarios recibió Antón Chéjov de los críticos?, ¿qué perlitas dedicó Truman Capote a compañeros del gremio, además de a músicos e, incluso, a una primera dama?, ¿qué respuesta le dieron a Gustave Flaubert sus amigos, tras haberles leído durante cuatro días su manuscrito?, ¿en qué invertía Jack London el dinero que ganaba con sus libros?
Jesús Marchamalo no se limita a enumerar anécdotas y destacar las obras más emblemáticas de cada autor, sino que se recrea en la narración, por lo que además de conocer datos divertidos o dramáticos, la lectura resulta muy grata, incluso si no se conoce nada del escritor protagonista. Y gracias al talento de Damián Flores disfrutamos también de las ilustraciones de los autores más destacados de los últimos dos siglos, en las que ha logrado un asombroso parecido a través de un trazo aparentemente sencillo.
Siruela incluye este título dentro de su colección Nos Gusta Saber, que pretende acercar diferentes áreas de conocimiento a niños y jóvenes. Esta colección tiene muy buena pinta y 44 escritores de la literatura universal es una buena muestra, así que no dejéis que las etiquetas de edades os desanimen a leerlo. El libro de Jesús Marchamalo y Damián Flores es ideal si tenéis curiosidad por conocer esa parte humana de los escritores que no siempre percibimos entre líneas. Y es una lectura igualmente imprescindible si sois de los míos y os gusta amenizar vuestros debates literarios con anécdotas. Experiencias traumáticas, amores pasionales, hábitos de trabajo rocambolescos, obras ninguneadas, encontronazos entre autores… Con 44 escritores de la literatura universal tenemos material para rato.