El libro es una joya. Y no es una metáfora, A mí, señoras mías, me parece es, literalmente, una explosión de color. Cuando lo coges para mirar la cubierta y la contra, parece un libro al uso, pero al abrirlo descubres que sus escasas 90 páginas están repletas de reproducciones de pinturas renacentistas a todo color y de gran calidad. Es un libro de arte hecho a escala, de 13 por 21 cm, cultura de bolsillo.
Pero no solo quiero hablar de su formato y de las imágenes cuidadosamente tratadas por Acantilado para esta edición. El texto de A mí, señoras mías, me parece, al que acompañan precisamente las imágenes de las que hablaba arriba, es también una obra de arte. El subtítulo del librillo, Treinta y un relatos sobre el palacio de Fontainebleau, aclara el contenido para todos los despistados (yo la primera) por el enigmático título.
Y, ¿a qué viene ese título que nos suena tan extraño? Florence Delay, la autora, cuenta en el epílogo que “a mí, señoras mías, me parece” era la fórmula con la que Margarita de Angulema, una de las muchas Margaritas que se mencionan en el libro, hacía comenzar las narraciones de las damas en su obra Heptamerón. De este modo, la autora, ha retomado la fórmula mágica para dar voz a las damas silenciadas que aquí tienen la oportunidad de contar su historia. Porque los treinta y un relatos que componen este libro hablan de damas, sí, señores y señoras, de damas.
A mí, señoras mías, me parece repasa cien años de la historia de Francia a través de la construcción del palacio de Fontainebleau, que comenzó con Francisco I y su castillo en medio del bosque y culminó con Enrique IV, quien lleva al palacio a su máximo esplendor. Y todo esto Florence Delay lo cuenta desde los ojos de las damas que lo habitaron. Damas reales, de carne y hueso, como las reinas Margarita de Valois, de la que Alejandro Dumas hace un retrato tan maravilloso como ficticio en La reina Margot, o Margarita de Angulema, autora del ya mencionado Heptamerón. Y también damas de estuco, mármol, madera o óleo, como las que pueblan los techos, saleros, columnas, bajorrelieves, frisos y tapices de cada rincón de Fontainebleau.
Todas estas damas, ninguneadas por historia, y pasadas, con suerte, a un segundo plano, alzan la voz en A mí, señoras mías, me parece y cuentan, con acierto y elegancia, su versión de los acontecimientos. El libro está plagado de anécdotas que, pese a su aparente superficialidad, fueron decisivas para la historia de Francia del siglo XVI: el amable beso que una joven Diana de Poitiers le da a un niño que más tarde subirá al trono y la convertirá en una de las mujeres más poderosas de Francia, el servicio de inteligencia que Catalina de Médicis forma con sus bellas damas de honor, Gabrielle de Estrées muriendo por comer un limón envenenado…
Florence Delay que, por cierto, es miembro de la Academia Francesa y a la que los cinéfilos reconoceréis como la Juana de Arco de Bresson, además de tomarle prestada la fórmula para el título a Margarita de Angulema confiesa que ha querido seguir el tono del Heptamerón en esta obra breve. Y, si os arriesgáis a echarle un vistazo al texto de la reina Navarra, veréis que así es. El tono del libro es variable, inquieto, ameno y refinado sin perder nunca el sentido del humor.
En definitiva, A mí, señoras mías, me parece es una obra maravillosamente escrita, ilustrada y editada que te acerca de una manera novedosa a uno de los periodos históricos más interesantes del país vecino. Ha sido un auténtico placer leerla, madame Delay.
Muy apetecible,.. Sí señora!