Siempre ha existido una corriente de pensamiento que pretendía (y aún pretende) hacernos creer que la ciencia está fuera (más bien por encima) de cualquier tipo de ideología política o corriente filosófica (“Timendi causa est nescide” – La ignorancia es la causa del miedo, que decía Séneca). En pleno siglo XXI hay que ser conscientes de que esto es absolutamente imposible y que, de una manera u otra, la generación de conocimiento siempre va a afectar a determinados intereses dentro del contexto histórico. Cuando hoy hablamos de ciencia, no nos referimos a Copérnico, ni a Newton, ni a Leibniz. Cuando hablamos de ciencia, siempre nos referimos, redondeando, a los últimos cien años: el nacimiento de lo que hoy llamamos “ciencia moderna”.
Desde que Einstein colocó la ciencia en general, y la física en particular, en el lugar en el que le correspondía dentro de la sociedad, hemos mirado de soslayo, aunque no exentos de interés, los avances que se han ido dando en el abstruso campo de la Física. Siempre nos ha parecido que esos avances eran algo lejano e ininteligible a la primera de cambio pero confiábamos en que, a medio plazo, viera la luz algún avance tecnológico que nos hiciera la vida más fácil. Algo así como lo que ocurrió con la Relatividad de Einstein y los sistemas GPS o como con los semiconductores y la computación. Aunque no sabíamos bien por qué, intuíamos que el trabajo de estos científicos era importante y como no molestaban demasiado, les dejábamos trabajar. Dábamos por hecho que no tenían vida social, ni tareas cotidianas, ni problemas como los ciudadanos de a pie. Eran los locos de la bata blanca. No intervenían en sociedad, ni en los medios ni, mucho menos, en política. Pero a mediados del siglo XX ocurrió algo en Alemania de lo que nadie pudo quedarse al margen: el tercer Reich.
Este periodo es el que Philip Ball (físico, químico, doctor por la Universidad de Bristol y editor durante veinte años de la revista Nature) ha desmenuzado para contarnos cómo fue la vida de los físicos que vivieron al abrigo (o desabrigo) del nazismo. ¿Cómo se hablaría de Relatividad sin Einstein?, ¿Cómo desprestigiar la física judía si el 25% de los físicos alemanes eran oficialmente “no arios”?, ¿Cómo escaparon éstos del Reich? Fue una época particularmente convulsa al conjugar un sistema totalitario, una guerra mundial y una generación de físicos que, con total seguridad, no va a volver a darse jamás. Philipp Lenard, Johannes Stark, Werner Heisemberg, Peter Debye, Max Plank y por supuesto Albert Einstein entre otros que, aunque hoy los tomamos como clásicos para nuestros libros de texto, tuvieron que vivir en una atmósfera política absolutamente represiva. “Al servicio del Reich – La física en tiempos de Hitler” es un libro dedicado a glosar el desarrollo de la Física a la sombra de Hitler, durante el proceso de “nazificación” de Alemania y durante la propia Segunda Guerra Mundial.
Ball elige en cierta medida a Debye para vehiculizar una historia en la que relata los pormenores de su paso por el Reich. De esta manera nos cuenta lo que el holandés tuvo que hacer (o dejar de hacer) para cumplir sus objetivos científicos y sacarle así un poco de la zona de “apestados” en la que le colocaron sus biógrafos al haberle considerado en 2006 como “un Nobel con las manos sucias” por su “connivencia” con los nazis.
Lo que Philip Ball nos pone en negro sobre blanco no es una sucesión periodística de hechos acaecidos en la época, o de avances concretos en uno u otro terreno científico sino que, lo que nos muestra es cómo fue la relación de esos científicos con el poder. Cómo pudieron hacer física “de frontera” gracias al Reich o, en algunos casos, a pesar del Reich. Problemas de conciencia, problemas morales, declaraciones de intenciones, connivencia con el poder político, condena de la física judía, sumisión de la ciencia al interés del estado y muchísimas situaciones más son las que los Philip Ball nos relata en estas páginas con una narración digna de la mejor novela de espías. Escenas dramáticas mezcladas con anécdotas junto con un examen del contexto histórico, tratan de hacernos ver cómo la ciencia pudo ir abriéndose paso a través de las presiones políticas más asfixiantes vividas nunca en el mundo de la ciencia.
“Al servicio del Reich” es una obra profunda, equilibrada y exenta de sesgo que confirma que sin política no hay ciencia. Un libro definitivo y espléndido sobre el tema que hará las delicias tanto de los curiosos de la historia como de los amantes de la física. Una obra canónica e imprescindible para comprender los éxitos y fracasos de la ciencia europea de mediados del siglo XX en la que además se termina por conocer la parte humana de algunas de las mentes más brillantes de todos los tiempos. Un libro que hay que tener.