Empezaré por reconocer que abandoné a la mitad la adaptación de Netflix de Carbono modificado. Para mí se centraba en lo menos interesante de la novela: la trama, y se dejaba por el camino la portentosa construcción del escenario que llevaba a cabo Richard Morgan. Sin embargo, y dado que sí que gustó en general, por lo menos ha tenido el positivo efecto colateral de rescatar en medio mundo la trilogía protagonizada por Takeshi Kovacs, ese mercenario-justiciero que va saltando de funda en funda en un futuro neoliberal que tiene tanto de cielo como de infierno. Y eso nos ha traído, por ende, una edición casi de lujo de Ángeles rotos, la segunda entrega que firmó Morgan allá por 2003 y que permanecía inédita hasta el momento en castellano. Así que, esta vez, bendito sea Netflix.
Como muy bien dice Ignacio Illarregui en el prólogo, el autor podría haberse dejado llevar por la inercia de la primera entrega, haber convertido a Kovacs en poco más que un detective privado y simplemente despachar un nuevo caso en esta continuación. Pero no. Si Carbono modificado podía leerse como una intriga criminal, Ángeles rotos es más bien una space opera bélica, que diría que tiene más similitudes con Sin novedad en el frente que con El largo adiós, por poner un referente de cada uno de los géneros.
La trama en este caso nos lleva al lejano planeta Sanción IV. Han pasado unos pocos lustros y Kovacs forma parte de las fuerzas leales al Cuño de Carrera, una tropa de mercenarios que combate la insurrección de las fuerzas de Joshua Kemp. En una visión quién sabe si realista de las guerras futuras, las que combaten la revuelta en Sanción IV no son fuerzas del Protectorado (la ONU planetaria de turno) sino una serie de corporaciones privadas que lo hacen en su lugar a cambio de una parte del pastel.
En medio de la refriega, Kovacs recibe una oferta singular: unirse a una expedición arqueológica. Cuando indaga un poco más, descubre que en realidad se trata del rescate de unos restos de valor incalculable y, como buen mercenario, deja todo lo que está haciendo para ponerse a la tarea. En torno a él y a Jan Schneider, el piloto que lo recluta para el encargo, y con la ayuda de una de las multinacionales que participan en la guerra, Kovacs crea un equipo de élite a medio camino entre lo militar y lo científico. El resto se lo pueden imaginar. Entre la intriga política y el diario de batalla, el grupo las pasa canutas para cumplir con la misión. Ángeles rotos cuenta con sus buenas raciones de sexo, violencia y muerte real, junto con unos cuantos giros de trama que lo convierten en bastante adictivo. Richard Morgan vuelve a poner sobre la mesa el poder del dinero, de las corporaciones, y las enormes brechas que el libre mercado crea entre ricos y pobres, y se deja esta vez las reflexiones sobre el alma y el significado de la muerte que abundaban en la primera entrega. Además, amplía el universo con las referencias a los marcianos, esa civilización de la que solo quedan restos pero que claramente estaba más avanzada que la humana varios milenios antes. Y en ese punto, quizá, flaquea. Demasiadas alusiones a algo que permanece sobre todo en la cabeza del autor, muchas armas de nombre estrambótico, químicos extraños, y miradas atrás de los protagonistas que llevan a puertas cerradas.
No obstante, me atrevo a decir que quienes disfrutaron con Carbono alterado lo harán y mucho con Ángeles rotos, a pesar de todo ello y de las diferencias entre las dos. Kovacs sigue siendo mucho Kovacs, ese personaje duro por fuera pero con un corazón enorme que siempre piensa que salvar a un compañero bien vale un reenfundado, y que tiene tanta destreza cargándose a gente como diseccionando la realidad a su alrededor. Junto a él, en esta entrega, personajes femeninos más fuertes y villanos con aristas lo hacen suficientemente complejo y atractivo. Eso sí, de igual manera creo que es muy complicado entrar este universo por este libro. Lo básico, el reenfundado, las pilas corticales y las consecuencias morales de ello, se tratan con mucha mayor profundidad en Carbono modificado, y sin aquellas explicaciones temo que no se entienden bien aquí. Cómprenlo, busquen en la biblioteca, consigan que alguien se lo preste y léanlo antes si no lo han hecho. Porque ya saben, si de mí depende, no pierdan el tiempo con la serie.