Este otoño Errata naturae ha publicado dos libros que me encantan: una nueva traducción de las meditaciones de Marco Aurelio, que hace unos días le regalé por su cumpleaños a mi mejor amiga, y el Atlas de las constelaciones del que os quiero hablar hoy.
Como yo era una niña de ciudad, las figuras que se dibujan en el cielo siempre me han parecido inaccesibles, casi ficción. Desde mi ventana, se veía la luna, a veces Venus y, como mucho, alguna estrella. Esto, unido a mi nulo conocimiento sobre astronomía, ha hecho que el cielo nocturno me sea desconocido y, precisamente por esa razón, me despierte muchísima curiosidad. Pero, cuando empiezo a buscar información sobre el tema, acabo abrumada de palabros, datos y timos raros de astrología…
Así que cuando oí hablar del libro de estas dos autoras británicas, una escritora y una ilustradora, y leí que se subtitulaba “Las historias que nos cuentan las estrellas”, pensé que, por fin, podría comprender la cartografía del cielo. Y así ha sido.
Porque Atlas de las constelaciones cuenta, con gracia y elegancia, las historias, sean mitológicas, históricas, científicas o personales de las ochenta y ocho constelaciones que hay sobre nosotros, fijadas por los astrónomos en el siglo XX. Y también las ilustra y las sitúa para que, en una noche clara, lejos de las luces de la ciudad, puedas jugar a situarlas. Para hacerlo, la ilustradora Hannah Waldron marca las estrellas con una escala de magnitud para que tengas una buena referencia con la que buscarlas en el cielo, perfila el contorno uniendo las estrellas entre sí, y luego dibuja la figura imaginada, sea un águila, un héroe, una doncella, una monstruo marino, un perro, un microscopio, un lince, un triángulo o un caballo alado. Me hizo reír que, en los agradecimientos, Waldron le diera las gracias a un tal Hugh por su disposición a adoptar todo tipo de poses heroicas para servirle de modelo. La situación me sonaba un poco… Desde aquí mi agradecimiento a todas aquellas personas que vivís con artistas y os toca aguantarnos hablar de nuestras historias o, como a Hugh, haceros posar para dibujar héroes.
En los textos, además de repasar gran cantidad de mitos clásicos, la escritora Susanna Hislop cuenta anécdotas que son curiosas o ayudan a comprender la historia de la astronomía. Por ejemplo, cuenta que hubo un intento de cristianizar el cielo (es decir, de sustituir las paganas por santos) en el siglo XIX o habla del origen de la brújula y su uso, junto a las estrellas, claro, en la navegación (y acaba relacionándolo con la materia oscura de Philip Pullman, unos libros que marcaron mi adolescencia). También cuenta que se reinterpretaron todas las constelaciones siguiendo el texto de Alicia en el país de las maravillas (y que encajaban a la perfección) o te explica qué es un sextante celeste y para qué servía. Siempre de manera amena y didáctica, con un estilo sencillo.
No quiero acabar esta reseña sin tratar uno de los puntos más impresionantes de este Atlas de las constelaciones, que es el libro como objeto. Es una preciosidad: tapa dura con las estrellas tachonadas en naranja, lomo de tela, cosido, a tres tintas y con una maquetación cuidadísima. Es una auténtica joya, un regalo, un libro entretenido, bonito para contárselo a los niños o para llevar de vacaciones si alquiláis una casa en la montaña (habla la niña de ciudad), con un telescopio, y podéis dedicar las noches a explorar el cielo.
Laura Gomara