Olvídate de todo lo que estés haciendo ahora mismo y dedica unos instantes a contemplar la portada de Aura. No pienses en nada más. Solo recréate en ella, atraviesa esa frondosidad hasta descubrir a la enigmática joven que se esconde tras ella y déjate seducir por su belleza. Te advierto que para cuando quieras darte cuenta, el tiempo habrá volado y tú ya no serás exactamente tú. Pero no te importará en absoluto. Así es cómo debes mirar la portada y esa es la mejor forma de adentrarte en la lectura de Aura, la novela corta (o el relato largo) de Carlos Fuentes.
Escrita en 1962, esta historia recuerda a los cuentos góticos europeos, pero el autor mexicano la lleva mucho más allá con esa narración en segunda persona, que convierte al lector en el protagonista. Quizá ahí estriba el poder de fascinación de esta obra: desde la primera página te interpela para que seas tú ese Felipe Montero que responde al anuncio del periódico de Consuelo Llorente, una anciana que busca un hombre que haga las veces de secretario en un asunto relacionado con los papeles de su difunto esposo. De ese modo, tú serás quien se adentre en la casona, quien atraviese el callejón techado que huele a raíces podridas y perfume adormecedor y quien llegue hasta la cama donde está postrada Consuelo Llorente, para descubrir, poco después, a su bella y desconcertante sobrina Aura. ¿Qué te sucederá luego? No pienso decírtelo. Has de ser tú quien lo viva, página a página. Solo te recomiendo que, cuando vayas a leerlo, dispongas de tiempo suficiente para hacerlo de una sentada. Que tus obligaciones mundanas no quiebren su influjo hipnótico. Cuando abras este libro, no quedará sitio para nada más que para Consuelo, Aura y tú, encerrados en esa vieja casona.
Aura es ese ambiente embriagador que se apoderará de ti. Aura es el cuerpo joven y hermoso que te incitará a la lujuria. Aura es un ejemplo de originalidad narrativa que no ha perdido fuerza tras los cincuenta y cinco años transcurridos desde su primera publicación. Sus simbolismos y dobles interpretaciones convierten su lectura en una intensa experiencia, donde la línea entre realidad y fantasía, entre sueño y vigilia, se difumina.
Mención aparte merecen las ilustraciones de Alejandra Acosta, que hacen que esta historia sea todavía más envolvente y cautivadora. Muestran la belleza voluptuosa de Aura y de la decadencia inexorable de la casona, y convierten a esta edición de Libros del zorro rojo en un irresistible objeto del deseo para los bibliófilos.
Contempla la portada de Aura por un instante y dime que no deseas adentrarte en sus páginas. Ojea las primeras líneas y dime que no sientes que Carlos Fuentes te está interpelando directamente a ti. Mira una de las ilustraciones interiores de Alejandra Acosta y niégame que deseas ver todas las demás. Ese es el poder de fascinación de esta obra y no merece la pena que te resistas a él. Sucumbir a Aura es peligroso, pero también una experiencia inolvidable.