Tiempo de canicas, de Beto Hernández
De niño nunca me encontré un cadáver en un descampado. Tampoco vi morir a un amigo mientras jugábamos junto a las vías del tren. No confesé cabizbajo al quiosquero del barrio que le había robado unos caramelos, porque jamás se me habría ocurrido robar nada. No pillé nunca a mis padres en plena transferencia de semillitas. No di mi primer beso a una chica hasta … muy tarde. Y el perro que me regalaron a los diez años me duró hasta que acabé la universidad.
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