Donde el corazón te lleve, de Susanna Tamaro
Una vez le pregunté a mis padres si tenían alguna teoría sobre porqué me gustaba tanto leer y escribir; ellos recordaron que, cuando niño, me compraban cada semana una historieta de Patoruzú, un famoso personaje de mi país, Argentina. Mi madre resaltó que, pese a sus más de sesenta páginas, yo tardaba siempre exactamente una hora y media en leerlo, tiempo en el que ella aprovechaba para descansar sus oídos ante las miles de preguntas sobre el mundo que mi curiosidad innata necesitaba satisfacer; mi padre, que destacó que nunca olvidará mis terribles enfados cuando alguna semana se olvidaba de comprarme la historieta, dejó caer, así como quien no quiere la cosa, un dato que de trivial no tenía nada; me contó que a su padre, mi abuelo, le encantaba escribir, que incluso tenía varios cuadernos con relatos y que, desgraciadamente, todo eso se había perdido en el tiempo; solo conservo, me dijo, una carta que me escribió, un día en que…