Nankin, de Zong Kai y Nicolas Meylaender
En la siniestra historia del siglo XX, hubo un tiempo y un lugar en el que la esvástica nazi se convirtió en la única esperanza de salvación para las víctimas del genocidio. Esto, lejos de ser una broma y sin dejar de ser una cruel ironía, es ante todo absolutamente cierto. El símbolo de la locura desatada en Europa tuvo así su contrapunto al otro lado del globo.