Ave Rock, Roberto Echavarren
Ave Rock es una ficción biográfica sobre la figura de Jim Morrison, quien juega el papel de representante de la transgresora generación del Rock de los sesenta, pero en realidad es más una reflexión sobre esa transgresión y lo que conlleva de ansia de libertad que sobre la propia figura del vocalista de The Doors. Roberto Echavarren toma su figura prestada para construir un relato inventado que presiento le es más fiel en su espíritu que en su letra, es decir, es un libro que no deja indiferente, que milita en la transgresión y que busca si no incomodar sí remover conciencias acomodadas y resucitar ese espíritu de rebelión alucinada de los sesenta.
No especialmente importante para disfrutar de las páginas de Ave Rock ser seguidor de Morrison o de un tipo de música determinado, sí lo es sin embargo una mente abierta y curiosa dispuesta a encontrar aquello que esconden las palabras.
Escrita a modo de diálogo con la figura del amigo caído, Ave Rock indaga en la lucha de aquellos que exploraron los límites que la sociedad bienpensante del Estados Unidos de los 60 imponía a sus ciudadanos, y las consecuencias de sobrepasarlos. Porque consecuencias hay, la libertad nunca ha sido gratis y tal vez esa sea una de las bazas de Roberto Echavarren porque sigue sin serlo y por eso funciona bien el relato de otra época, porque el espíritu que mueve a sus personajes es atemporal. Cierto que el abuso de las drogas, los viajes iniciáticos, las alucinaciones y el sexo transgresor sí parece más propio de la época que se trata en esta original novela, pero hay algo de ellos que vive, o eso quiero pensar, en nosotros gracias al cual uno vivita esta novela con el aire de familiaridad de lo ya vivido, aunque no sea el caso.
Confiesa Roberto Echavarren que se propuso resucitar los sesenta no porque hubieran muerto, sino poprque estaban sepultados por capas de ceniza e información. Y tiene toda la razón, sospecho que es una más de las muchas cosas que todo el mundo cree conocer pero de las que en realidad nos quedan clichés y una imagen tan extraordinariamente superficial que nuestro conocimiento se distingue en poco de la ignorancia, pero es más peligroso porque creemos saber.
Tanto el tono como el estilo narrativo son muy personales, no sé si soy justo si digo que no parece ser una novela para todos los públicos, sin embargo sí creo acertar si digo que quienes se identifiquen con ella, quienes la disfruten, lo harán con gran intensidad.
Andrés Barrero
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