Hay escritores que nos cuentan una historia y hay escritores que nos la evocan. Y, lo reconozco, siento debilidad por los segundos. Desde que leí la primera línea de Babel de un hombre y otros relatos, intuí que Javier Montiel era uno de esos. No me sorprendió que fuera uruguayo, pues destila ese encanto tan propio de la narrativa latinoamericana. Este joven multifacético —pues, además de escritor, es psicólogo, pintor y librero en activo— reconoce que el realismo mágico y la fantasía han tenido influencia en su literatura; pero no solo ha bebido de las obras de Cortázar o Borges, sino que ha heredado el dominio del lenguaje que les caracteriza y esa clase de mirada que demuestra que en la literatura quizá esté todo dicho, pero aún quedan infinitas formas de expresarlo.
Los elementos que se repiten más de una vez en los quince relatos que componen esta antología son el desenfreno sexual, el arte de la pintura o la casa como espacio donde el ser humano se esconde y se descubre. Pero el autor va desplegando voces narrativas diferentes —unas veces, perturbadoras; otras, sensuales; en ocasiones, dulces; y siempre bellas—, para crear un universo propio, lleno de caras un tanto oscuras, pero no exentas de humor, en el que entramos enseguida, bajo el influjo de su narración.
A través de su gran poder imaginativo y de su desenvoltura expresiva, sus palabras palpitan y traspasan la hoja, convirtiendo la lectura de Babel de un hombre y otros relatos en una experiencia sensorial, donde nuestros cinco sentidos y todas nuestras emociones entran irremediablemente en juego al ser testigos de las perversiones, obsesiones y deseos de los personajes, que salen a relucir cuando la realidad tal y como la conocemos queda en suspenso. Un hombre que cambia de estados (líquido, vaporoso, incandescente) o uno que se lanza al vacío sin llegar a caer nunca del todo son algunos de los protagonistas que sufren el trastoque de las leyes de la física, y nosotros ya no somos unos lectores repantigados en el sofá de nuestra casa, sino que los acompañamos activamente en ese viaje hacia las profundidades de la naturaleza humana.
«Fingir que se finge es la manera más común de decir la verdad», es una de las frases que he subrayado en este libro, porque me parece sublime y un buen resumen de esta obra. Es como esos sueños que nos despiertan en mitad de la noche: un crisol de escenas inconexas que, a simple vista, no son nada más que fabulaciones de nuestro inconsciente; pero, por eso mismo, la irrealidad de los acontecimientos nos parece terriblemente reconocible, ya que es nuestra verdad más intrínseca, aunque no siempre estemos dispuestos a reconocerlo.
Al finalizar Babel de un hombre y otros relatos ya no me cupo duda de que Javier Montiel es uno de esos escritores que evocan. De los que se recrean en las palabras para que disfrutemos del camino, hasta el punto de que nos importe un bledo el desenlace que hayan escrito, pues cada una de sus frases han provocado dentro de nosotros decenas de historias alternativas. Esa es la clase de literatura que yo busco cuando quiero encontrarme. Y si el debut de Javier Montiel ha marcado esa senda, os aseguro que estaré pendiente de sus siguientes pasos literarios.