Seguimos con el viaje. Y vaya viaje. Como dije en la reseña del número anterior, es posible que al final el destino no sea agradable o que nos decepcione, pero de momento la travesia está siendo sorprendentemente entretenida, que es como ha de ser desde los tiempos de Odiseo, y eso no nos lo va a quitar nadie.
En el Libro Uno se mostró el escenario de juego: un mundo destruido, posapocalíptico con un Batman en busca de respuestas al que acompaña la cabeza del Joker, como si esta fuera el faro que le guiara, envuelto en una atmósfera que dejaba en el lector una extraña sensación de misterio y la incógnita de saber si lo que nos están contando es verdad o un sueño inducido dentro de otro sueño…
En este segundo libro vamos a empezar con otro sueño, jugando con la identidad de Joe Chill, el asesino de los padres de Bruce Wayne en algunas versiones, y, según lo visto, padre a su vez del niño que aparece muerto en las primeras páginas del tomo primero. Después de este pasaje onírico, que no vuelve a mencionarse ni de pasada, Batman despierta en el desierto, con la cabeza de su nuevo e inseparable “Robin” al lado, y juntos seguirán su camino hacia la resolución de los interrogantes, mientras el Joker le va poniendo al día de los cambios que se produjeron en el mundo cuando él estaba viviendo en su otra realidad. (¿De dónde coño saca Batman de repente un ala delta? Ahhh, punto a favor de la teoría del sueño).
Pero vale ya. He contado casi casi la mitad del tomito y no es cuestión de destripar ninguna sorpresa, que las hay, unas cuantas, y bastante jugosas además.
La impresión general al ir avanzando es la de que todo ocurre demasiado deprisa (en una página podemos estar en pleno prado al sol y en la siguiente en la oscuridad surcando el Estigia gracias a un más que curioso portal) y la de que hay cosas demasiado irreales, o, mejor dicho, surreales, pero a la vez plagadas de momentos épicos, amargos y trágica y dolorosamente reales. Pesadillescos sería la palabra.
Sin embargo, esa sensación subjetiva onírica (que como tal es mía y puede no coincidir con la de la mayoría de lectores) no deja de ser un jodidamente poderoso reclamo visual y narrativo que te empuja a seguir con la historia de carrerilla, deseando tragarte todo lo que Snyder te quiera vender, porque te lo vende bueno, bonito y barato. El argumento es de los de cagarse la perra, así que compro, compro y compro.
Batman. El último caballero de la tierra. Libro dos, sigue la estela grandilocuente de su antecesor y lo hace con un dibujo espectacular, que se adapta perfectamente a la historia y a su tono de confusión y desolación interior, logrando que esta aventura rezume originalidad y frescura. El ritmo acompaña y se hace fácil seguir a la extraña pareja (me gusta el incansable empeño del Joker para ser nombrado oficialmente Robin) en esta más que entretenida lectura.
Sin duda, cuando los tres tomos estén disponibles, será obligatoria una revisión para tener una perspectiva de la trama y su continuidad en conjunto, y para volver a disfrutar de unas viñetas que ya han entrado en la categoría de imprescindibles en la bibliografía de Batman.