Carthage, de Joyce Carol Oates
Brett Kincaid
Cressida Mayfield
Permítanme que rinda a ambos personajes el sincero homenaje que merecen por ingresar a la primera y por derecho en la nómina de personajes inolvidables. Personajes de extraordinaria complejidad que habitan un libro absolutamente devastador entre cuyos méritos seguramente sea el menor que me hayan hecho llorar y seguramente sea el mayor que me han hecho reflexionar. En cualquier caso han logrado ambas cosas y desde luego voy a tardar en quitármelos de la cabeza.
Carthage es la pequeña ciudad de la que ambos provienen, un microcosmos que modula sus existencias por diferentes motivos. Ella por provenir de una adinerada y popular familia, su padre fue alcalde, y él por ser un héroe de guerra y prometido de la hermana de Cressida. Ella por desaparecer. Él por volver convertido en una verdadera piltrafa humana. Ella por morir. Él por matarla. Por confesar su muerte, mejor dicho, porque es una muerte sin cadáver, un duelo sin descanso.
Joyce Carol Oates construye con esos mimbres y un lenguaje austero una obra absolutamente demoledora en la que todo se cuestiona, la guerra, la justicia, la sociedad norteamericana, el buenismo de la clase alta demócrata, el sistema de prisiones, la brutalidad y en fin, lo que se le pone a tiro.
Es llamativa la larga tradición de condena a la marginalidad de los veteranos de guerra en estados unidos, los veteranos con discapacidades físicas o mentales derivadas de la guerra, se entiende. Volver como un héroe se acepta, volver en un ataúd se llora, pero volver convertido en un deshecho física y moralmente no parece encajar muy bien en el modo de vida americano. La guerra de Irak la vivimos aquí como una guerra de mentira porque lo que llegaba a nuestros telediarios eran noticias y secuencias casi cómicas de unos harapientos miembros de un ejército regular iraquí huyendo al primer disparo. Y esa sensación probablemente halle su explicación en este libro: esa no fue una guerra contra el ejército de ningún país, sino contra la población civil. El número y el grado de las atrocidades que se han ido conociendo así ,lo indica, pero lo que Joyce Carol Oates aporta son las devastadores consecuencias que sobre el equilibrio psíquico de unos jóvenes normales alistados en mitad de una ola de fervor patriótico tuvo presenciar o incluso participar en semejantes iniquidades.
La complejidad de la protagonista femenina es bien distinta, ella es la menor de dos hermanas entre las que los roles están muy definidos. Ella es la lista, su hermana la guapa. Ella es la problemática, su hermana la encantadora, la ejemplar. Resulta sorprendente asistir a una historia en la que se comprueban los efectos insospechados que a menudo tienen nuestros actos sobre determinadas personas. Algo a lo que no le damos importancia puede resultar letal para personas que asimilan las cosas de forma diferente a los demás.
Joyce Carol Oates no parece tener más ánimo que el descriptivo, lo que aporta una tremenda fuerza a la narración: cuando aquello de lo que se habla es suficientemente elocuente la opinión no es necesaria, incluso estorba. Y a lo largo de Carthage, la autora describe una sucesión de actos y situaciones que son, efectivamente, suficientemente elocuentes para que cualquier opinión que no sea la de los personajes o la de los lectores no encuentre cabida en el texto. Porque es una narración austera pero fluida, en la que las cosas suceden cuando suceden y se cuentan cuando corresponde con toda la naturalidad, sin suspendes artificiales ni trucos. Y aun así la intriga es asfixiante y el ritmo vertiginoso. Es de una sabiduría narrativa apabullante.
Hay personajes que se agigantan, otros que disminuyen. Si uno los mira a todos con perspectiva le parece que en general actúan noblemente dentro de sus particulares coordenadas, aunque las consecuencias de sus actos sean demoledoras para los demás. Lo llamativo es la penetración psicológica con que la autora los trata, su capacidad para fijarse en pequeños detalles cuando la historia aporta otros más que grandes, inabarcables. Su preocupación, por ejemplo, por describir la sensación de traición de la madre hacia su hija desaparecida cuando contesta a las preguntas íntimas que la policía le hace para tratar de esclarecer la situación. Es magistral.
Y la variedad de escenarios y situaciones, la proliferación de personajes y cómo no se pierde en ningún momento la tensión narrativa ni la capacidad de la autora para generar reflexiones sobre los más diversos temas.
Carthage es un libro sobre el que hablar horas, si llegado este momento detengo la reseña es porque para hacerlo tendría que revelar más cosas de las debidas sobre la trama. Me limitaré a dejarles dos sensaciones: una que Joyce Carol Oates, de quien nada había leído hasta ahora es una escritora extraordinaria, y la otra, aunque probablemente ya se hayan dado cuenta, es que vivir es muy difícil.
Andrés Barrero
@abarreror
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