No voy a irme por las ramas: Casas vacías es un libro de una dureza extrema. Pero también es un libro que esconde una belleza insólita entre sus páginas y creo que su lectura es un revulsivo muy necesario en los tiempos que corren. Hace varios días que terminé de leerlo y aún sigue dentro de mí. Este es el tipo de cosas que le pido a la buena literatura, que consiga agitarme, que me haga pensar y se quede conmigo una buena temporada. Qué acierto esta nueva publicación de Sexto Piso.
Su autora, Brenda Navarro, ha sido todo un descubrimiento para mí. Nacida en Ciudad de México, Brenda es socióloga y economista. Ha trabajado como redactora, guionista, reportera y editora. Es, también, fundadora del #EnjambreLiterario, un proyecto editorial para la difusión y publicación de obras escritas por mujeres. Casas vacías es su primera novela y yo ya quiero que escriba mucho y tan bien para seguir leyéndola. Creo que la voz narrativa, desde ese punto de vista feminista de Brenda Navarro, a parte de ser una gozada, es totalmente necesaria y va a dar mucho de qué hablar.
Hay actualmente bastantes libros que abarcan el tema de la maternidad desde varios prismas diferentes. Los hay mejores y peores, pero es una suerte contar con las voces de las autoras que se lanzan a escribir sin tapujos sobre la maternidad hoy en día. Pero es aún mayor la suerte si contamos con voces como la de Brenda Navarro, que escribe sobre este estado en la mujer que, de primeras, siempre se supone feliz y radiante. La autora nos demuestra que la maternidad también puede tornarse una pesadilla, como le ocurre a la madre que pierde a su hijo en el parque en el que estaba jugando. Un hijo que será secuestrado por otra mujer, quien desea a toda costa ser madre.
El deseo de estas dos mujeres, que no es otro que el de ser madres, actuar como madres, ejercer su derecho a ser madres y cuidar de sus hijos es visto desde dos posiciones muy diferentes. El de aquella mujer que pierde a su hijo y sabe que desde ese momento su vida ya no volverá a ser la misma y el de la otra mujer, quien decide secuestrar a un niño sabiendo que su deseo de ser madre no va a realizarse. Meterse en la cabeza de estas dos mujeres, empatizar con la dos y entenderlas completamente parece complicado a simple vista, pero os prometo que la autora consigue de manera magistral que comprendamos las frustraciones de las dos.
Dice la autora que “el que desaparece se lleva algo de ti que no vuelve; se llama cordura” y así, asistimos al declive de esa madre que pierde a su hijo. Debe ser horrible esa sensación de estar muerto en vida y no se me ocurren mejores palabras para describirlo que las de Brenda Navarro: “¿Por qué los llaman desaparecidos y no se atreven a llamarlos muertos? Porque los muertos somos los que los buscamos, ellos siempre, siempre seguirán vivos”.
¿Cómo es posible que, en medio de ese dolor, empaticemos también con la otra mujer y su deseo de ser madre? ¿Cómo se puede leer esta novela y salir indemne? Se me antoja difícil. Pero es un estallido, una lucha interna que, como lectores, merece la pena librar. Qué maravilla Casas vacías, de verdad.