Reseña del libro “Casi noventa”, de Carlos Mañoso
Resulta curioso cómo funciona a veces mi cerebro, veréis, hay ocasiones en que leer un determinado libro me cuesta un esfuerzo sobre humano, y en otras, me lo termino en apenas tres tardes. Esto último es lo que me ha ocurrido con Casi noventa, el libro del que hoy os hablo. Y no sólo porque el modo en que está escrito permite seguir la historia sin pestañear, sino porque Lolo, su protagonista, tiene tanto encanto, que es imposible no querer seguir leyendo para descubrir que se trae entre manos.
Y así, tras haberlo terminado y sin premeditación ni alevosía, puedo afirmar que este verano he viajado a Cuba, con un mi buen amigo Lolo, al que conocí en el avión que nos llevaba a la isla.
Casi noventa de Carlos Mañoso, es una entrañable historia que nos lleva a conocer diferentes rincones de la isla: La Habana, Viñales y Trinidad.
He paseado por el malecón, por sus calles menos turísticas, he desayunado demasiada comida (porque a los cubanos les gusta comer) y, junto a Lolo, me he tenido que beber el café como les gusta a los autóctonos, o sea, tan extremadamente caliente que, si no estás acostumbrado, se te derretirán la lengua y los dientes con un solo sorbo.
Pero lo mejor de leer Casi noventa ha sido conocer a su protagonista, al señor Lolo, o, mejor dicho, a Lolo a secas (sin el señor, que lo hace sentirse mayor). Este hombre es estupendo, así de simple. Desde el comienzo del libro sientes que le conoces, porque lo reconoces como ese alguien que una vez llamaste abuelo, o que cuidaste, o que tuviste de vecino. Alguien que siempre ha estado ahí, que no es que sea muy sociable, pero que siempre ha sido amable, educado y correcto.
Lo único que sabemos de él es que está viudo y que le acaban de diagnosticar un cáncer de páncreas en fase muy mala, de esas que la quimio sólo conseguiría regalarte un tiempo indeterminado extra. Pero como Lolo no quiere perder su precioso pelo (es la envidia de los de su edad y se pasa el día peinándolo con el peine que lleva en su bolsillo), no quiere ni oír hablar de tratamientos que puedan hacer que lo pierda.
Se va a Cuba, necesita llegar a Trinidad, lo antes posible porque no tiene mucho tiempo, así que con una maleta llena de ropa y de una caja de puros cubanos que sabemos que no tiene tabaco en su interior y que nos morimos de ganas de que abra para ver su contenido, comenzamos la aventura.
En el avión conocerá a Miguel, un cubano entrado en kilos muy amable que le ayudará en su viaje y le enseñará la isla (y a nosotros con él) y a un chico (cuyo nombre no sabemos por ahora) que sin pedírselo estará pendiente de él para que no le falte de nada. El chico viaja comuna muchacha que lolo encuentra hermosa y las horas que pasan en vuelo, será un intercambio de amabilidades entre los dos, el joven ayudando al anciano para que esté confortable y éste dándole consejos sobre cómo retener semejante bellezón a su lado.
Todo en Casi noventa es pura realidad, me ha recordado a otra novela que también me encantó “La sonrisa etrusca” de Jose Luis Sampedro, por lo cómico y a la vez trágico de la enfermedad y de las personas que se tienen que enfrentar a ellas cuando la edad ya no es una aliada para tener más fuerzas con las que afrontarla. Ha sido bonito encontrarme personajes como Janet, la mujer que limpia la casa de Lolo y le ayuda en lo que puede, siempre tan correcta y educada, cariñosa y preocupada. La conoces, porque identificas en ella a alguien cercano a ti. Y también está el vecino, Javier, que, estando jubilado de su carrera de médico, no acosa a nadie con vida sana y dietas equilibradas, hasta que sea absolutamente necesario o uno mismo vaya a pedirle consejo. Viven en un pueblo, así que todos se conocen, y esa familiaridad de saber de todos sin salir de casa, hace que las conversaciones resulten más fáciles, sobre todo cuando Lolo y Javier, siendo dos hombres que apenas socializan, se ven obligados a mantenerlas.
Y ya me despido por hoy, pero recordar que Casi noventa de Carlos Mañoso, editado por Libros y Literatura, es una buena y económica opción de viajar a la Cuba de ese señor de cara tan simpática cuya cara está pintada en muchas fachadas cubanas, es guapetón y lleva una barba curiosa y un sombrero de guerrilla con una curiosa estrella… como dice Lolo, debe ser un actor de esos que salen ahora en la tele, pero parece buena gente.