Catalina la fugitiva de San Benito

Catalina la fugitiva de San Benito de Chufo Lloréns

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He de decir que nunca me ha gustado confesar debilidades pero creo que voy a hacer una excepción este momento: la novela histórica. Sí, es verdad que leo absolutamente de todo pero el entusiasmo con el que cojo una novela histórica no es comparable con el que muestro con cualquier otro género. Y si el siglo de oro español y la Inquisición están de por medio, mucho mejor. Dicho esto, seguro que a nadie la va a extrañar que la novela que estoy reseñando me gustara hasta el punto de estar encantada de que lloviera a mares y, de este modo, tener la excusa perfecta para quedarme en casa y poder leer.

El autor es Chufo Lloréns (Barcelona 1931) un licenciado en derecho, apasionado de la historia, cuya vida profesional giró en torno al mundo del espectáculo en calidad de empresario y que, tras su jubilación hace aproximadamente veinte años, comenzó su carrera literaria dedicada, en su mayoría, a la novela histórica. Entre sus creaciones destacan “La saga de los malditos”, “Te daré la tierra”, “Mar de fuego” y la novela que nos ocupa esta reseña, una historia cuanto menos curiosa y atrayente.

Catalina (personaje inspirado en Catalina de Erauso, la monja alférez), protagonista y peculiar heroína de esta historia, es una joven que fue entregada al convento de San Benito nada más nacer. Para salvar su doncellez y, decidida a conocer mundo, se revela contra el destino de vida conventual que estaba escrito para ella huyendo del convento de noche y disfrazada de hombre en un intento de que su huída sea más fácil. Por si esto fuera poco, es víctima de una persecución por parte de la Inquisición puesto que acusaciones infundadas se ciernen sobre ella.

A partir de ahí y aprovechando las ventajas que le reportan uno y otro sexo, lleva una ajetreada doble vida en la que, entre otras cosas, trabaja como paje para un noble del que se enamora y, vestida de mujer, llega a triunfar como actriz de comedias en la corte de Felipe IV.

Con las aventuras de Catalina de hilo conductor, nos sumergimos en la España del siglo XVII, tan prolífico y lustroso para nuestras letras (con Lope de Vega y mi adorado Francisco de Quevedo a la cabeza) y el principio del fin de nuestra hegemonía mundial (qué se la va a hacer, así es la vida). La fuerza de la historia, en mi opinión, radica en la construcción impecable de una serie de personajes, principales y secundarios, que constituyen una muestra representativa de todos los estamentos sociales de la época: pícaros, hidalgos, obispos, monjas, frailes, familiares de la Inquisición, pajes…  Por lo tanto, los escenarios en los que se desarrollan las aventuras de nuestra protagonista son tan variopintos que hacen que nos transportemos con la misma facilidad a conventos y palacetes, así como a mazmorras, corrales de comedias y mancebías y, de este modo, conseguir una muy buena ambientación histórica sustentada en descripciones pormenorizadas pero sin llegar a cansar.

Estamos ante una novela de aventuras en toda regla en la que la narrativa ágil, el que los capítulos sean cortos y el uso del castellano de la época aunque adaptado para hacerlo más comprensible (el propio autor reconoce tomarse esta licencia), hacen que la lectura de la misma resulte en todo momento de lo más ligera y apetecible para el lector. Se trata de un libro para leer simple y llanamente por el placer de dejarse llevar por una historia sin más implicación que la que supone el ser un mero observador de los personajes y la realidad que les acompaña. En esta época tan difícil que nos ha tocado vivir en la que todo parecen ser malas noticias, leer esta novela supuso, para mí, momentos de disfrute y total evasión.

 

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