Marta Sanz tiene un dolor. Un dolor que irradia desde la clavícula. Un dolor que comienza durante un vuelo y que hasta entonces era desconocido. Y desde ese mismo instante, ese dolor, esa punzada, ese malestar se convertirá en el punto de partida de esta novela. Porque Marta Sanz podría haber sido una chica buena y haberse callado. Podría haber asumido su dolor, asimilarlo e incluso esconderlo. Pero no, ella lo utiliza como punto de inflexión para ofrecernos una narración autobiográfica de las más sinceras que he leído en mucho tiempo. Directa, sin sutilezas ni remilgos, Marta se desnuda y nos muestra su clavícula, su dolor, sus quejas y sus reflexiones en torno a éste.
Para mí ha sido toda una sorpresa descubrir a Marta Sanz. Puede que llegue tarde (aunque tampoco creo que exista un tiempo para descubrir a un escritor). Quizá muchos de vosotros ya la conozcáis por sus novelas Black, Black, Black, Un buen detective no se casa jamás o Lección de anatomía, entre otros. Creo que conocer a Marta Sanz a través de Clavícula ha sido una de las mejores formas posibles porque, como os decía unas líneas más arriba, esta es sin duda su novela más personal, más desgarrada y genuina. Acercarme a ella en estas circunstancias es una auténtica maravilla. Empatizar y sentir con ella ha sido una experiencia extenuante, pero gratificante al mismo tiempo.
Partimos de ese dolor que sorprende a la escritora en pleno vuelo. Desde ese momento, el libro se convierte en una dolorosa y, en ocasiones cómica, radiografía del dolor. Pero el dolor siempre esconde mucho más. Las reflexiones que la autora aborda en esta corta pero intensa novela son reales: “¿primero me duele y luego enloquezco?, ¿me duele porque he enloquecido?, ¿el dolor nace del dentro o del fuera?, ¿primero me explotan, luego enloquezco y después me duele?, ¿o me duele y me hago consciente de que me explotan?”.
Si tenéis cierta tendencia a la hipocondría, como es mi caso, puede que Clavícula os resulte demasiado duro en el sentido de la empatía. Yo he sufrido con Marta, he experimentado su dolor y lo he hecho mío. Y mientras leía la novela no podía pensar más que en esa punzada. Pero hay algo de catarsis en esto de compartir el dolor. No me digáis que poder quejarse a gusto no es liberador. Debería ser un derecho universal esto de, de vez en cuando, quejarse de vicio.
¿Y quejarse a través del humor?, ¿no es algo muy nuestro? Reconozco que en ocasiones me he reído mucho con las ocurrencias y reflexiones de Marta. Tiene una especie de humor negro de lo más interesante.
Hipocondríacos o no, quejicas y no quejicas, Clavícula es una novela que merece mucho la pena. Como os decía, este es uno de los textos autobiográficos más atractivos y reales que he leído últimamente. Dejaos llevar por Marta Sanz, veréis como a fin de cuentas, este viaje a través del dolor no resulta ser tan doloroso.