El recopilatorio Cuentos escogidos de la escritora estadounidense Shirley Jackson, editado por editorial minúscula, me sirve para plantearte un ejercicio de observación. Te voy a poner frente a las narices dos situaciones pertenecientes a dos épocas separadísimas en el tiempo. De un lado, los oyentes de los diálogos de Platón; del otro, los lectores de The New Yorker en la década de 1940. Un abismo temporal entre ambos, pero que reflexionan y dialogan entre sí, como si estuvieran en el mismo lugar y momento. Me explico. Platón denunciaba que la poesía, es decir, la literatura, por su carácter mimético resultaba peligrosa. Es más, reclamaba echar a los poetas de la República por su posible influencia en los ciudadanos. Más adelante, los lectores de The New Yorker, ávidos consumidores de cuentos que ahí se publicaban, en un momento dado reclamaron echar de la ciudad, es más, de los confines de la Literatura Universal a una de sus más célebres escritoras, Shirley Jackson. El motivo, el cuento de «La lotería».
Conocidísima —o puede que no tanto, después de todo, olvidamos con facilidad y creemos que esta genial escritora es solo conocida por una reciente adaptación en formato serie de televisión de una de sus novelas—, como digo, conocidísima debería ser la revuelta que provocó la publicación de dicho cuento en el periódico norteamericano. La sociedad de ese momento no estaba preparada para una embestida tan descomunal como la que formuló Shirley Jackson. De hecho, fue la falta de entendimiento del argumento o el mensaje implícito o la metáfora oculta o vete a saber qué había tras el cuento de «La lotería» lo que provocó tal desazón entre miles de lectores que, escandalizados por la publicación, abandonaron su suscripción al periódico, bombardearon con cartas de repulsa, odio y crítica al director del mismo y pidieron, ya no solo una explicación, sino la expulsión de la escritora. Y así fue. Shirley Jackson removió conciencias en las acomodadas familias estadounidenses y pasó a ser el bicho raro de la literatura. A Dios gracias porque de su gigante Talento surgieron, con el tiempo, alumnos tan aventajados como Richard Matheson, Stephen King y apurando y cruzando décadas y el mapa, Anna Starobinets.
Te aviso: no busques información acerca del cuento de «La lotería» hasta no haberlo leído. Es uno de esos cuentos que te sorprende por el giro tan impactante y desprevenido que ofrece hacia el final de su desarrollo. Sería una pena adelantarse a la sorpresa. Cuentos escogidos se compone, además, de otros seis cuentos de la escritora que muestran el sentido de su narrativa. Situaciones costumbristas, con familias ordinarias, pero que, llegado un punto, algo deforma su seriada vida. Cuentos que hablan de madres que se quedan en casa al cuidado de sus hijos, porque la sociedad así parece aceptarlo, pero que se olvida del conflicto interno que sucede de paredes para adentro; del extraño viaje nocturno en autobús de una chica; de un alumno problemático del colegio que parece perturbar la tranquilidad de una familia, en principio, modelo por la influencia que puede causar en su hijito. ¿Familia modelo? En los cuentos de Shirley Jackson todo tiene una lectura bajo lo aparente, como en cada familia, en cada casa, en el vecino de enfrente. A veces los cuentos dan la impresión de quedarse cortos, como si el final hubiera sido interrumpido abruptamente y faltasen párrafos que cuenten algo más, que no nos dejen en ese estado pendientes de un hilo. A lo mejor, ya que tampoco conozco las intenciones de la autora, su idea era hacernos pensar en ese momento concreto que ella relata, un momento que unidos a otros, forman la vida ordinaria y las emociones humanas de las que ella es gran conocedora.
Tras los cuentos de ficción, se añaden tres artículos interesantísimos. Uno de ellos está dedicado a la controversia que creó su famoso cuento de «La lotería» y lo acompaña con algunas de las cartas que recibió en su buzón. Algunas, imputables. Los otros artículos son ejercicios de escritura para aprendices del mágico oficio. Divertidísimo y lleno de genialidad el relato que construye para hablar de un situación tan cotidiana y a la vez llena de fantasía de una noche en la que toda su familia enfermó de gripe. Una muestra más del potencial creativo que tenía Shirley Jackson que, además de sus novelas de corte gótico, es en los cuentos donde explora todo su arte, aquel que, cierto es y a pesar de los siglos transcurridos, seguimos con el pensamiento platónico de creer la ficción como peligrosa.
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