Desde pequeño me gusta Thor. Y no sé por qué razón, pues hasta que no fui mucho más mayor (pero mucho mucho más) no leí ningún cómic, ni dibujos animados ni nada del icónico personaje de Marvel. Ni siquiera veía la serie de Vicky, el vikingo. Puede que viera alguna figura del dios del martillo, de esas de antes, de las de plástico oloroso, no las “action figure”, articuladas de ahora, que son otro mundo aparte. Lo cierto es que en la universidad, cuando Internet comenzaba a rular y el correo electrónico era aún desconocido, mi primera cuenta de correo era “martillodethor-arroba-la-plataforma-que-fuera-en-aquel-momento”, y seguía sin haber leído nada del hijo de Odín. No sé. Thor se metió en mi cabeza no sé cómo y ahí sigue todavía, pero ahora sigue porque soy yo quien lo quiere conscientemente ahí dentro.
El caso es que pasó el tiempo y llegó el momento en el que leí algunos cómics, algunos libros, y me empapé de la fascinante mitología nórdica, mucho más rica, atractiva e igual de creíble que la cristiana. Y más tarde, llegó la estupenda serie Vikings. Una serie adictiva y educativa a la vez (de la mano del Canal Historia, lo cual es una garantía de cierto rigor histórico —a pesar de tener bastantes inexactitudes como, por ejemplo, la ausencia de armaduras—) con un componente épico necesario y de vez en cuando mitológico, que entretiene y mucho tanto a conocedores como a neófitos de la cultura nórdica y que ha logrado introducir la historia como un entretenimiento para las masas sedientas de series. Y eso ya es mucho.
Y ahora tropiezo aquí con Demonios del norte. Un libro para adentrarnos con mucha profundidad en las expediciones vikingas, conocer más de sus costumbres, desmontar mitos y, en definitiva, saber lo que era ser un vikingo.
Decir que es exhaustivo es quedarse corto. En sus 254 páginas, ricamente sembradas de fotos de armas, escudos, mapas, utensilios, dibujos, cuadros, runas, placas, esculturas… tenemos un compendio de su “civilización”. Y ya desde el principio, la primera en la frente… Nos aclara un concepto que seguramente todos usamos mal:
“viking significa “expedición marítima”. Al hablar de vikingos deberíamos referirnos únicamente a la parte de población que se embarcaba en empresas de saqueo, piratería, comercio o conquista”. “Y, estrictamente hablando, las mujeres no podían ser vikingas, ya que la palabra se usaba exclusivamente a los hombres”. (No obstante, hubo mujeres importantes que lograron grandes éxitos también).
El libro abre con un poco de mitología básica, su forma de vestir, construcciones, su dieta, fiestas, el papel de la mujer (más igualitario y moderno que otras sociedades contemporáneas), las castas sociales, tácticas militares, los famosos berserkers, las armas tanto de ataque como de defensa, los tipos de embarcaciones (drakar es una palabra inventada, en 1843) y la forma de batallar en el mar.
Los siguientes capítulos se van a centrar ya en las expediciones propiamente dichas. En sus ataques, las colonias que establecieron, lo que hacían con los lugareños, ¿llegaron realmente a América? ¿¡Participaron en las cruzadas!?… Todo bien ilustrado, e incluso con un mapa central desplegable que ilustra gráficamente las rutas que siguieron de los siglos VIII al XI.
No se puede decir mucho más porque en esencia es lo ya dicho pero desarrollado a lo grande, con todo lujo de detalles, fechas, y nombres.
Demonios del norte es, más que un libro, un ensayo de los que no aburren. Es un libro de historia para todo el que quiera profundizar mucho en un pueblo que nunca pasa de moda y que siempre fascina, en un formato muy cómodo y manejable.
Por desgracia, no puedo dejar de mencionar la gran cantidad de errores, principalmente las constantes apariciones de dos palabras unidas en una, que se dan, sobre todo en sus primeras páginas; la omisión de alguna letra y la no concordancia en género de otras.
Quitando eso, repito, es un gran libro, recomendado para cualquiera que esté interesado en el tema, pero, sobre todo, para aquellos que ya tengan algún conocimiento previo o hayan leído alguna saga o Edda y quieran conocer con mayor amplitud, rigor y exactitud quiénes eran, cómo eran y vivían, dónde consiguieron ir, qué ha quedado de ellos y qué nos han legado.
Solo me queda decir ¡Skol!
(Y sí, aparecen Ragnar y su hijo).