Reseña del cómic “Detective Conan: 15 minutos de silencio”, de Gosho Aoyama
Es posible que Detective Conan no necesite presentación, pero creer eso es exigir a las nuevas generaciones saber sin haber sido instruidos. Así que para empezar habría que remontarse a 1994 que es cuando el manga creado por Gosho Aoyama empezó a publicarse. Los primeros mangas de este peculiar detective cayeron en mis manos gracias a un amigo. Cada caso era un misterio todavía más intrincado que el anterior, y entre resolución de misterios íbamos atisbando un poquito más de la vida de Conan Edogawa. Poco después llegaría el anime a TV3 para dar movimiento y color a las historias de Aoyama. “Sembla un nen però té el cervell d’un adult i és el Detectiu Conan.” En esa época ya estaba muy enganchado tanto al cómic como a la serie.
Pero qué tiene de especial Detective Conan, os podéis preguntar. A fin de cuentas no deja de ser novela negra con toques de thriller de acción, un género que cada dos por tres tiene un nuevo boom. En las primeras páginas del anime cómic de Detective Conan: 15 minutos de silencio que publica Planeta Cómic, y para poner en contexto a los recién llegados, se explica someramente cómo Shinichi Kudo se convirtió en Conan Edogawa. Shinichi Kudo es un detective adolescente dotado de una inteligencia sobrehumana que investigando un caso topa con una organización criminal muy poderosa. En el encontronazo es obligado a beber una droga experimental que en vez de matarlo lo convierte en un niño. Ahora su tapadera es actuar como tal mientras resuelve casos, intenta a su vez encontrar a la organización sin que esta descubra que ha sobrevivido y elude a su novia Ran para no ponerla en peligro. Así que, para que su disfraz sea completo, también decide adoptar un nuevo nombre que es el resultado de mezclar a dos escritores de ficción detectivesca. Pero ahí no acaban sus problemas, ya que un niño resolviendo casos que incluso se le escapan a la policía sería raro. Por esto, utiliza a los adultos para que se lleven el mérito y así no levantar sospechas. Para tal fin utiliza los cachivaches que inventa el profesor Agase, único personaje que sabe la verdadera identidad de Conan. Podría decirse que Detective Conan es la mezcla ideal entre Sherlock Holmes de sir Arthur Conan Doyle, Los cinco de Enid Blyton y una película de James Bond, todo aliñado con el savor-faire de un reputado mangaka.
Detective Conan: 15 minutos de silencio tiene todos los ingredientes básicos de la novela noir para enganchar desde las primeras páginas. El caso se inicia cuando el gobernador recibe una amenaza terrorista que se hará efectiva, dejando unos momentos de acción realmente intensos en los que Conan deberá dejarse el pellejo mientras utiliza un skate tuneado y hace gala de una valentía que roza la insensatez. Las primeras pesquisas llevarán a Conan a indagar en un pueblecito de montaña. Y como él solito no puede ir pues ya tenemos el gag gracioso con toda una cohorte de personajes apuntándose a la fiesta como si fueran un puñado de guiris yendo de vacaciones. Baños termales al aire libre entre montañas nevadas, paseos en motos de nieve o excursiones en busca de cisnes son algunas de las excusas que el detective niño se sacará de la manga para seguir investigando sin dar mucho el cante. Y así los lectores gozaremos de los paisajes de un tranquilo pueblecito invernal que guarda un secreto muy oscuro y donde el quid de la cuestión parece ubicado en los recuerdos de un chaval que lleva ocho años en coma.
El nudo de Detective Conan: 15 minutos de silencio es novela detectivesca pura y dura. Conan bien podría ser Sherlock Holmes pateándose un pueblo británico, conociendo a sus habitantes y sus historias para hacer encajar el puzle; y quien dice Holmes dice Poirot, Montalbano o Flanagan. Mientras tanto los lectores vamos guardando toda esa información a la vez que disfrutamos de las capturas a toco color del anime cómic. Y la verdad es que llegada la hora el rompecabezas encaja, enlazando de forma razonable con el atentado del inicio y dejando que el lector pueda incluso jugar con sus habilidades deductivas. El clímax incluso conecta con el inicio al poner al protagonista en una situación extrema en la que, esta vez con un snowboard, se jugará el pellejo y nos dejará conteniendo el aliento hasta el momento final y con ganas de más misterios de Detective Conan.