Tiene delito que yo, gran fan de la novela negra española, no haya leído ningún libro de Lorenzo Silva y la famosa serie de sus guardias civiles Bevilacqua y Chamorro. Así que me he propuesto enmendar mi error, y como lector desordenado que soy, he vuelto a empezar por el final. Donde los escorpiones es la novena entrega de la saga, y la primera en la que Rubén Bevilacqua (Vila) y Virginia Chamorro tendrán que resolver un caso fuera del país. El destino elegido no es nada agradable, pues tendrán que esclarecer la misteriosa muerte de un soldado español en la base militar de Herat (Afganistán). El fallecido, con amplia experiencia en otras misiones militares en el extranjero y con fama de conflictivo, aparece degollado con un arma local en un compartimento de tropa sin uso. En un principio, todo apunta a un ataque externo por parte de los trabajadores afganos de la base, pero cuando empiezan a indagar el carácter del fallecido el abanico de posibilidades se multiplica de manera exponencial.
Cualquiera puede pensar que leer este libro sin haber leído las anteriores ocho novelas de la saga puede ser algo complicado, pues siempre son varios temas transversales los que se van tratando en todas las historias. Sin embargo, al igual que pasa con los libros de Fred Vargas, la lectura de esta novela por sí sola, sin conocimiento previo del resto, se puede disfrutar igualmente.
Donde los escorpiones ofrece como valor añadido su exótica (no sé si este es el adjetivo adecuado) ubicación, pues son pocas las novelas actuales que se desarrollan en Afganistán. Para ello Lorenzo Silva ha hecho una gran labor de documentación que plasma con maestría en su historia. El escritor madrileño pudo visitar la base de Herat en verano de 2014 y comprobar sobre el terreno la labor que las tropas españolas llevan a cabo en el país asiático dentro del marco de la ISAF, siglas con las que se reconoce a la intervención de la OTAN allí.
Debo reconocer que el estilo de Lorenzo Silva me ha gustado mucho. Sus dos protagonistas llevan la investigación de forma muy académica, tirando suavemente del hilo hasta conseguir desenredar la madeja. Tanto Bevilacqua como Chamorro (así como los secundarios) me han parecido unos personajes frescos y reales, con comentarios siempre pegados a la actualidad y con el toque de ironía y acidez justo para analizar la situación política y social con algo de humor.
Pero si por algo me gustaría destacar esta novela es por el brillante retrato que construye Lorenzo Silva sobre las misiones militares españolas en el extranjero. Estas misiones solo adquieren carácter noticiable en España cuando se produce, lamentablemente, alguna baja en nuestras filas o en las filas aliadas. Sin embargo, muy poco o nada se sabe de la labor que desarrollan las tropas, y mucho menos aún de su día a día en zonas que, pese a la calma aparente, están declaradas como zonas de guerra. Por eso Donde los escorpiones se presenta como una oportunidad única de saber de primera mano la realidad a la que tiene que enfrentarse todo militar en esa situación. Lorenzo Silva describe cada metro cuadrado de la base de Herat, siempre tan calurosa y llena de polvo en verano. Gracias a él conocemos los horarios, los protocolos, los procedimientos y toda la burocracia interna que ha de respetarse entre diferentes cuerpos y mandos. En definitiva, las ventajas e inconvenientes de trabajar en un paraje así. Con su narración consigue humanizar un territorio que para muchos es lo más parecido al infierno, retratando a la inmensa mayoría del pueblo afgano como víctimas involuntarias cuyo mayor pecado consiste en haber nacido en un lugar que vive décadas en permanente guerra, ya sea entre ellos o con diversos agentes exteriores.
Esta ha sido una novela llena de descubrimientos y que confirma lo que mucha gente lleva años diciéndome; que Lorenzo Silva es un gran escritor de novela negra. Pero no solo eso, pues con Donde los escorpiones he descubierto un autor con una sensibilidad especial para hacer llegar al lector una realidad dura y difícil, pero bonita y humana a la vez.