En nuestra historia de hoy tenemos un gran muro, el Gran Muro, que corta de forma longitudinal un continente remoto, mágico y único. Los pueblos civilizados separados de los bárbaros. Eróndar, Imperio, separado de Varliendár, Tierra de los Dragones. Los Algentes, una raza que mora más allá del muro, fueron no hace mucho tiempo, o eso cuentan los ancianos del lugar, seres racionales. Amaron, lloraron, rieron, sufrieron… Ahora viven en un estado de ira eterna que no les deja descansar en paz y que les incita a intentar acceder a las tierras de más allá del muro.
En el Gran Muro tenemos a La Guardia Roja: valientes hombres y mujeres, leales al Imperio, que son la primera línea de defensa, entrenados para defender con sus propias vidas una causa, una forma de vida. Desde sus altas atalayas ahora están descubriendo que La Gran Prohibición, ese sello que mantiene a la oscuridad lejos de sus ciudades y pueblos, se está desmoronando.
Para evitar que las hordas demoníacas se liberen de su confinamiento se creará una compañía: Alben (un mago poderosísimo que sufre de vértigo), Myrva, (guerrera que confía más en la ciencia que en la mística), Ian (miembro de la antigua orden de Varliedàrto, los matadores de dragones), Gmor (un orco que se asemeja a sus bestiales y belicosos congéneres del Warhammer pero que además resulta ser todo un erudito en las artes culinarias), Ecuba (una monja guerrera parca en palabras pero infalible a la hora de luchar) y Sera (una elfa silvana con una sensibilidad especial a la hora de tratar con la madre naturaleza). Este será el conjunto de personajes de diferente raza, condición y sexo que deberá completar la misión con éxito para que Eróndar no se convierta en un funesto recuerdo.
Este cómic de Dragonero: Orígenes, inédito en España, ha sido una de las primeras apuestas de Panini Cómics (con una cuidadísima edición que incluye una selección de bocetos) para recuperar series de la emblemática editorial italiana Sergio Bonelli Editore. La editorial milanesa es famosa por cómics de enorme éxito como el del investigador de lo oculto conocido como Dylan Dog o el ranger de Texas Tex.
Luca Enoch y Stefano Vietti son los creadores y guionistas de Dragonero. Juntos han pergeñado una historia, el inicio de una mucho más larga, que arranca con una promesa vaga de esos dragones que una vez existieron. Lagartos gigantes, acorazados, con la capacidad de volar y escupir fuego. Seres de extrema inteligencia a los que un sacrificio convirtió en leyenda, en meros recuerdos. Y es que en Dragonero los recuerdos tienen un valor especial ya que son un nexo de unión importante con el presente y ayudan a entender las acciones, gestos o motivaciones de algunos de los personajes. Recuerdos que siempre vienen marcados por un color de tonos azules y grisáceos y que nos mostrarán la amistad, desde la tierna infancia, de algunos miembros del grupo o una de las primeras incursiones que se realizaron más allá del muro; el resultado de la cual marcaría de por vida a todo un pueblo.
A pesar de que la historia tiene un final, no hay que olvidar que es el primer arco argumental de la saga. Por ese motivo, hay tramas que quedan sin su debida conclusión, existen misterios que no reciben una explicación (por el momento) y algunos personajes no tienen toda la profundidad psicológica o el debido carisma como para ganarse la total simpatía del lector.
El arte de Giuseppe Matteoni es preciosista, detallista y colorista. A pesar de que el dibujante tiene su propio estilo no es difícil hallar algún gesto en rostros fornidos que recuerdan a las robustas figuras de Frank Quitely, tampoco pasa desapercibida la influencia de Moebius (¿y qué dibujante europeo no lo está?) con incluso lo que parece un pequeño aunque hermoso guiño (¿intencionadamente o casual?) al pterodáctilo que aparecía en Arzak: El vigilante. Pero donde Giuseppe Matteoni sobresale es a la hora de crear esos escenarios en los que se llevará a cabo la acción. Así pues, podremos deleitarnos con ciudades amuralladas que mediante un acertado plano cenital nos mostrará un puñado de casitas de tejados rojizos y chimeneas humeantes, bosques frondosos con innumerables animalillos correteando por las viñetas y acompañando a los protagonistas o parajes nevados, de abetos helados, donde el color blanco es el principal regente.
En Dragonero: Orígenes los paralelismos con El Señor de los Anillos, Juego de Tronos o Conan son constantes. El muro, la compañía, la fuerza oscura que renace tras años después de haber sido vencida, son algunas de esas semejanzas (no confundir con plagio descarado) que muestra la gran admiración que los autores sienten por las grandes obras de la fantasía. Al final, cualquiera que haya disfrutado con esas u otras obras similares del género de la fantasía épica se deleitará enormemente con las aventuras aquí relatadas.