“No dejé de hacer pajas porque no se me diera bien. Dejé de hacer pajas porque era la que mejor las hacía.
Durante tres años, hice las mejores pajas en el área de los tres estados.”
¡Joder, pues como comienzo no está nada mal, la verdad! Es de esos que te empujan a seguir leyendo. Ya era hora de poner las pajas, esas grandes ignoradas y ninguneadas de la literatura, en el lugar que se merece y por de pronto Gillian Flynn las pone al principio. Desde la primera frase. ¡Así se hace; mis respetos!
¿Y qué es esto? ¿Sigue tan bien como promete? ¿Mantiene el nivel de salida? Veamos. Tenemos una prota sin nombre (como la de Rebecca de Daphne de Maurier, citada aquí junto a La maldición de Hill House, Otra vuelta de tuerca,…) que va a contarnos en primera persona y con un lenguaje directo, con mucho desparpajo y sin adornos cómo ha transcurrido su vida hasta el momento presente.
Dado que el asunto de agitar la zambomba se le estaba complicando (“Lo dejé porque cuando has hecho 23.546 pajas en un periodo de poco más de tres años, el síndrome del túnel carpiano pasa a ser un problema muy real.”), y coincidiendo que en el mismo local en el que trabaja, cuyo apropiado nombre es Palmas Espirituales, también se realizan tareas de adivinación del futuro y otras artes esotéricas, nuestra chica va a reconvertirse en lectora de auras sin tener ni puta idea ni habilidad específica para ello.
Pero quítame allá esas pajas. Nuestra chica es muy lista, hay que decirlo. Lee mucho, no tiene acabado el bachillerato y es autodidacta. En sus propias palabras, “soy más lista que todos los que me rodean, pero si empezara a relacionarme con personas verdaderamente inteligentes les aburriría soberanamente”. Sin embargo, sabe calar a la gente (algo aprendido de los tiempos en los que salía disfrazada con la vaga de su madre a mendigar), y sabe lo que tiene que decir, aparte de las generalidades obvias que se le puede decir a la clase de gente que acude a esa clase de “consultas”.
Así, hasta que un día aparece ante ella Susan con la sospecha y evidente preocupación de que algo maligno se halla en su casa. La “vidente”, que no cree en esas cosas, irá a su casa, una mansión victoriana, y ahí se dará cuenta de que es posible que, efectivamente, haya algo maligno…
El adulto se publica ahora como historia independiente pero originariamente se incluyó en una colección de historias cortas recopiladas por George R.R. Martin. Consta de 75 páginas y también de unas cuantas ilustraciones de Carmen Segovia.
La primera parte, en donde conocemos quién es y de dónde viene la pajillera, en mi opinión es la mejor. El lenguaje sencillo, vivo, suelto, directo y con toques de humor al describir su forma de ganarse el pan se lee con ganas y con velocidad y las hojas pasan y pasan sin darte cuenta.
La parte media, la presentación del misterio, la toma de contacto con la casa y sus habitantes, consigue transmitir la atmósfera típica de este tipo de historias y logra inquietar tanto como a la protagonista, aunque sin acojonar (salvo, tal vez, la última página).
Sin embargo, a pesar de tener un giro, o dos, el final parece algo apresurado (algunas páginas más arreglarían esto) y chirría que uno de los personajes tenga que explicar a la falsa psíquica (y al lector) lo que pasa (sea eso verdad o no).
Pero también agradezco a la vez que el final sea ambiguo y que cada uno piense, releyendo de nuevo la historia, con qué opción quedarse.
El adulto es una historia corta magistralmente escrita, con un estilo fresco y desenvuelto (sobre todo en su primera mitad), fácil de leer, con una buena ambientación y con muy buenos momentos. Una historia que en su tramo final necesitaría algo más de desarrollo, que disfrutas leyéndola pero se te hace demasiado corta, y una historia también que, si hubiera que clasificar en algún género, sería en el de terror, pero casi por descarte.
Una pequeña joyita tanto por el contenido como por la edición.
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