Creo que la mejor forma de empezar esta reseña es explicando qué es un amblipigio. Yo no tenía ni idea de su existencia, pero al buscar en Internet me he dado cuenta de que me era más familiar de lo que yo creía. Un amblipigio es una especie de arácnido que vive sobre todo en Asia, aunque también se encuentra en América y en África. ¡Y en Europa! Ya que en Grecia se ha encontrado algún ejemplar. Dentro de ese nombre genérico encontramos más de 130 especies, que se dice pronto. Y sí, me resultaba familiar porque después de haber visto tantas veces Harry Potter y el cáliz de fuego, me he dado cuenta de que he visto este bicho en una escena que tengo bien grabada: la de Neville viendo cómo el profesor Moody le aplica la maldición cruciatus a una araña un tanto particular. Esa araña, queridos amigos, es un amblipigio.
¿Y por qué os cuento todo esto? Porque este libro se llama El amblipigio de Miller y no quiero que os pasé como a mí, que me quedé pensando qué enigma guardaba ese título y por qué el autor habría escogido esa palabra. Resuelta la duda, vamos a entrar en materia.
Pedro Homar, su autor, nos lleva hasta Tailandia. Allí conoceremos a un espía norteamericano que se ve embarcado en un viaje en el que tendrá que fingir que es un experto entomólogo. Parece que es un buen profesional porque ha desarrollado una especie de capacidad que le permite no dormir, pero lo cierto es que ni esta afirmación es tan veraz, ni él podrá llevar a cabo la misión encomendada tan bien como se pensaba en un principio, básicamente porque le dan pánico los insectos. Visto lo visto, desde Estados Unidos quieren su regreso inmediato, pero las cosas se pondrán difíciles y la misión, que en un principio parecía sencilla, se retorcerá de tal manera que los protagonistas ya no sabrán qué hacer.
Estamos ante una novela difícil de catalogar. ¿Misterio? ¿Espionaje? ¿Aventuras? ¿Humor? Y es complicado porque el autor coge una pizca de aquí y de allá para completar su libro, todo un acierto porque ha conseguido coger las dosis adecuadas de cada cosa sin perder el hilo de su historia y haciendo que el lector se entretenga y se divierta. Porque sí, yo me he divertido mucho leyendo a Pedro Homar y a su protagonista que deja tanto que desear pero que a la vez tiene muchísimo que ofrecer.
Y es aquí, en los personajes, donde radica la magia del relato de este autor. Los personajes pasan ante nosotros sin que el lector sepa muy bien de dónde han salido ni hacia dónde van. Casi no sabemos nada de ellos, y no hará falta porque sus actos serán los que nos expliquen quiénes son realmente. Y esto es importante, porque al fin y al cabo son los actos los que siempre hablan por nosotros. Mi madre siempre dice una frase que aquí podría caber perfectamente: «A mí no me digas que me quieres, a mí demuéstramelo». Y es que es así, la moral, los pensamientos, las creencias, la ética… Todo lo que conforma nuestro ser y que llega a definirnos como personas queda marcado por nuestros actos.
Me ha parecido una particularidad de la obra que quería destacar, porque en El amblipigio de Miller podemos encontrar muchas cosas, pero la que más abunda es esa que obliga al lector a juzgar a los personajes, juzgar, en definitiva, lo que están haciendo.
Y si bien antes decía que me había divertido mucho con esta novela, no hay que pensar que se trata de un libro de humor. Es divertido por algunas de las cosas que suceden, pero también pone en la tesitura de convertirse en juez de los personajes, como decía en el párrafo anterior, y esa es una misión que hay que tomarse con total seriedad. Sin olvidar el misterio que ronda la trama desde el principio, ya que el lector tendrá que atar cabos para comprender qué es lo que viene a continuación.
Otra de las cosas que quiero destacar del libro es su ambientación. Hace exactamente un año estaba recorriendo las calles de Bangkok y perdiéndome por las selvas de Krabi. Nunca había hecho kayac y en ese momento saqué la valentía que solo nace cuando estás de viaje y decidí montarme en un cacharro de esos para atravesar un río perdido en mitad de la selva. No nos encontramos a nadie, literalmente solo íbamos el guía, mi novio y yo. Pero vimos monos, cuevas que estaban por descubrir y árboles infinitos. Sentimos el silencio. Leyendo las palabras de Pedro Homar no me ha costado en absoluto sentir todo eso de nuevo, como si tuviera la capacidad de teletransportarme sin necesidad de moverme del sillón. Y ha sido tan real, que he llegado a agradecer que en mi aventura por tierras tailandesas no haya encontrado ningún amblipigio. Porque os juro que si eso llega a suceder, muero allí mismo de un infarto.
Y es que quizás me parezca más al protagonista de esta historia de lo que yo pensaba. Su relato me ha conquistado, y no solamente por lo que él cuenta, sino por lo que los demás cuentan de él. Especialmente la parte en la que aparece una chica que lo conoce muy bien y cuyas palabras empiezan a darnos una visión más completa de lo que es realmente ese personaje. Esas escenas, en mitad de un Bangkok desenfrenado, un Khao San Road bullicioso y con olor a humanidad, han conseguido de nuevo llevarme a las entrañas de Tailandia.
En definitiva, una novela entretenida, que resulta fresca en este panorama narrativo y que nos hará viajar a las entrañas de Tailandia de la mano de unos personajes que tendrán que demostrar qué significa la palabra moralidad.