“Viajo y describo lo que veo desde la emoción y desde el juicio crítico. Desde entonces he viajado con frecuencia por Latinoamérica. Muchas cosas han cambiado, otras siguen igual.”
“Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría”. Así reza un proverbio árabe que se podría aplicar a Cees Nooteboom. A sus 82 años, y con decenas de libros publicados, el autor holandés sigue dando muestras de su brillantez intelectual con la publicación de su libro de viajes El azar y el destino. Aunque este no es libro de un viaje, sino de varios. Apuntes, poemas, recuerdos, relatos y vivencias de varios viajes que durante más de medio siglo ha realizado por Latinoamérica. Viajes en los que ha aprendido, ha crecido y ha hecho de Cornelis Johannes Jacobus Maria Nooteboom una persona de mundo, querido en su país y respetado en el resto, autor de ensayos, novelas, poemas y traducciones en varios idiomas. Un ejemplo de trabajo y de vida que no pasa desapercibido ni en la Academia Sueca, que siempre le tiene en la terna de eternos aspirantes al mayor galardón literario.
Esta compilación editada por Siruela tiene un corpus de lo más heterogéneo. Por sus páginas pasan pequeños poemas, anotaciones pasajeras, relatos cortos pero intensos y grandes viajes que por sí solos darían para una novela del género que tantos réditos le han dado al autor. Y todas con un denominador geográfico común, el continente americano, desde el norte mexicano al Cabo de Hornos, miles de kilómetros de naturaleza, historia y grandeza escrutados bajo la atenta mirada de un hombre sabio.
“La historia ha tomado el derrotero que ha tomado, el que conocemos. El azar forma parte de todo ello y, si bien imprime el sabor del destino a todo lo que toca, también puede ser emplazado en una visión mecanicista, que no es lo mismo que determinista, de la historia. No está claro que los acontecimientos tuvieran que desarrollarse necesariamente de la manera en que lo hicieron, lo que sí está claro es que sucedió así. Un puñado de españoles conquistaron un imperio.”
Desde su primer viaje en barco a Surinam en 1957, el continente americano ha sido fuente de inspiración y fascinación para Nooteboom. Sus primeros contactos con tierra firme se produjeron en el territorio de Las Guayanas, geográficamente asentadas en el continente, pero con una idiosincrasia particular que las hace estrechar lazos más fácilmente con la zona caribeña que iberoamericana. El autor holandés sabe que cada viaje ofrece una experiencia enriquecedora única, y está en manos del viajero el aprovecharla. Por eso en El azar y el destino no encontramos testimonios de un turista al uso, con su visera para protegerse del sol ecuatorial, su repelente anti insectos siempre a mano ni su cámara de fotos lista para inmortalizar cada paraje digno de ser captado. No; Cees Nooteboom viaja con su lado crítico siempre atento, sabiendo que tras cada piedra, calle o ruina hay una historia detrás que merece ser contada, que el presente es el resultado de varios desencadenantes que se han ido sucediendo durante siglos y que pueden ser justos o injustos, pero condicionan a todos por igual.
De Surinam y alrededores el autor pasa a Brasil, un terreno inabarcable y tan dinámico que es difícil conocerlo en su totalidad. La Amazonia ejerce en él un efecto casi místico. También visita Bolivia, el hermano pequeño castigado por sus vecinos, con un pasado y un presente rodeado de pobreza, algo muy distinto a lo que pasa en México, lugar cuyo patrimonio desgrana el pasado glorioso de la cultura maya, que convive con un presente siempre convulso.
De todos los relatos me gustaría destacar el que quizá sea el más literario, Vía el cabo de Hornos a Montevideo, un excelso diario de navegación por las costas chilena, argentina y uruguaya donde sale el Nooteboom más libre y auténtico. Un paseo por la Patagonia que ya inmortalizaron otros literatos como Chatwin o Theroux.
No sé si algún día Cees Nooteboom será Premio Nobel de Literatura, pero lo que está claro es que de sus obras pueden sacarse infinidad de lecciones para la vida. Y lecturas como El azar y el destino tienen los mismos efectos de un buen viaje; siempre dejan huella y se recuerdan con mucho cariño.
César Malagón @malagonc
Odiseo Elytis decía que el azar era el antídoto subversivo contra la fatalidad de eso que llamamos “destino” y que parece impuesto en forma inapelable por los dioses. Ante la “condena” del destino marcado, el trabajo del azar que la socava y la sorprende. “Arte, Azar, Audacia” era el lema de este poeta griego y el grupo de creadores del que formaba parte.