Al final de la reseña de A merced de un dios salvaje (y no me refiero a la frase que remarcaba lo “jodida y necesariamente imprescindible” que era la lectura en aquel 2018 –y que sigue siéndolo–) comentaba que había descubierto a un autor al que tenía que seguir la pista… Y en cierta forma lo hice. Compré El compositor de tormentas, pero, por desgracia, ahí sigue, en la pila de pendientes, mirándome con un gesto de incomprensión que poco a poco va tornándose en mueca de ira como diciéndome “¿y para eso me compras?” A lo que apresuradamente respondo con un “caerás, caerás, tranquilo”. Y es que la vida es esa oposición entre el montón de libros que quieres leer y el poco tiempo que tienes para dedicarte a todos ellos…
Como remedio, desde A merced… intento saldar esa deuda con Pascual con cada nuevo libro de esta saga ambientada en La Rioja, de la que el que ahora nos ocupa es la segunda parte (pero, ojo, que no hace ninguna falta ni vais a dejar de entender nada si no se ha leído el anterior. Es totalmente independiente y os enteraréis de todo. Fijaos que yo ni siquiera recordaba, hasta repasar la reseña de AMDUDS, que Hugo Betancor, que en El beso del ángel es un secundario, era el nombre del protagonista de la primera… Con eso os digo todo).
Pero venga, va. Ya está bien de parrafadas que aún no he entrado en el meollo. El beso del ángel (como le tiran a Pascual los títulos con el rollo de dioses, ángeles… Aunque aquí ha sido un poco cagazas y tenía que haber titulado El tercer pezón o La mancha de la bruja… No, El tercer pezón mejor, ¡qué coño!), se localiza absoluta y rotundamente en Logroño, y eso mola. Ya huele que todos los crímenes así, importantes, originales y que se salen de lo normal sucedan en Nueva York, Fargo, Michigan o en los fríos paisajes nórdicos tan de moda desde hace algún tiempo ya. O Madrid. O Barcelona… No. ¡YA VA-LE! Logroño tiene mucho que aportar al mundo criminal, visceral, gore, tétrico y sangriento y lo hará, como Andrés Pascual se está ocupando de demostrar, porque esta tierra tiene historia y mitología suficiente como para parir a miles de psicópatas, a los peores engendros de la sociedad y a gente mala.
“En Logroño nunca pasan cosas así –se me ocurre decir–. Mi padre contaba que lo más raro que se había visto por aquí fue cuando, hace cien años, un equilibrista francés atravesó sobre un cable la plaza del Mercado, donde él tenía un restaurante.”
Ahí donde lo veis en la solapa, con un aire a lo El pensador de Rodin, recién salido de la ducha y con el pelo mojado, Andrés Pascual es un auténtico cabronazo que me ha hecho perder el sueño nocturno y el de la siesta (ese que debía compensar la falta de sueño nocturno de la víspera) gracias a los desvelos que Camino Tejada, la protagonista, va a tener que soportar en los alrededores de las festivas fechas del día de La Rioja y de San Bernabé (9 y 11 de junio).
Camino es hija de un afamado cocinero de esos de estrella Michelin. Una mujer que está perdida, que siempre ha hecho lo que se suponía que debía hacer en lugar de lo que ella deseaba hacer. Es periodista y se lo estaba currando en el extranjero, pero tuvo que volver a Logroño cuando su padre quedó catatónico y dependiente de los cuidados de su madre coincidiendo con el momento en el que Lucas, el hermano de Camino, arruinó a la familia. Desde entonces, cuatro años ya, Lucas no es bienvenido en casa.
Pero un buen día, Lucas aparece y le pide un favor, algo críptico, la verdad, a Camino. A partir de ese momento, cae la primera ficha de dominó y comienza el espectáculo. Una joven poeta e instagrammer aparecerá brutalísimamente asesinada tras la inauguración de un hotel –en una de esas bodegas que aparte de vender vino quieren modernizarse y ser más que una bodega y ofrecer experiencias enoturísticas y toda la parafernalia que tenga que ver con el vino…–, en el que trabaja Lucas. Por supuesto, todas las pistas señalarán a este como el malomaloso oficial.
Camino se verá entonces inmersa en una investigación (más que periodista la tía se va a parecer a una policía todoterreno o una investigadora privada con años de experiencia. ¡Toda una jabata!) en la que va a remover y desvelar antiguos secretos familiares que serán claves para desfacer el asunto.
Esto es El beso del ángel: una puñetera montaña rusa en la que no hay descanso. Pero es que es literal. NO HAY DESCANSO. Si AMDUDS lo liquidé en tres días, este ha sido en dos. Y hubieran sido menos si uno no fuera un ser humano y tuviera obligaciones, pero lo cierto era que si estaba haciendo la compra o en el curro o en la ducha, solo pensaba en acabar cuanto antes para poder volver a las páginas y ver cómo le iba a Camino y en conocer, lo confieso, otros motes por los que esta nombra a sus contactos telefónicos.
Hay mucho que analizar y diseccionar en este libro. Por un lado está la ética de Camino. Una mujer que desprecia el periodismo sensacionalista, pero se plantea usarlo como medio para labrarse una carrera y también para sacar un provecho del que pueda beneficiar a Lucas y ganarse también a la opinión pública.
Por otro lado las relaciones familiares. Un punto importantísimo, ¡vital!, en esta novela, en la que todos los personajes tienen unas voces, lazos y caracteres tan bien definidos que, aunque no los hayas visto en la vida te imaginas su cara, su ropa, su andar y hasta su timbre de voz.
Y, por supuesto, aunque esto es más subjetivo, Logroño. Siempre palpable. El reconocer los lugares por los que Camino transita, los pinchos de la Laurel, la “oficina” al aire libre en donde redacta las columnas, los escenarios de las muertes, la ofrenda del pez, las casas baratas, la Gran Vía, la plaza del Mercado, la Redonda… el saber por una vez por donde se mueve la protagonista del libro, es como lo de Mastercard, que no tiene precio y que te hace más creíble lo que se te está contando en primera persona. Pero es que además, Pascual aprovecha para ilustrarnos sin darnos cuenta con pequeñas historias sobre tal o cual sitio que explican sin cansar ni desviar la atención.
La novela se lee con mucho gusto y el ritmo es frenético, ya lo he dicho. Aunque predomina el momento presente, se van intercalando otros de hace cuatro, diecinueve y treintaytantos años atrás para que el armazón de la trama quede reforzado. Si en AMDUDS predominaba lo rural, aquí nos movemos en lo urbanita, con elegancia pero sin excesivos alardes tampoco. La prosa es fácil, que no simple, los diálogos veraces y lo más importante: el fluir de los acontecimientos sigue un curso lógico, dentro de lo excepcionales que suelen ser siempre los thrillers, y el cierre no busca un giro sorpresivo para dejarte con el culo torcido, sino que casi casi puedes intuirlo mediante las pequeñas y coherentes migajas que mi paisano te ha ido dejando por el camino sin darte ni cuenta.
Andrés Pascual parece haber mamado toda su vida novela negra, pero esta es tan solo su segunda novela del género. Nadie lo diría a la vista de su buen oficio y de los excelentes resultados. Sorprendente fue su primera incursión en el noir y sorprendente es esta también. Con Camino Tejada, se ha creado un icónico personaje del que Ágatha Christie estaría tan orgullosa que no dudaría en hacer suyo incorporando a una mujer tan bien perfilada y echada pa´lante a la nómina de sus propios detectives, junto a Miss Marple, Poirot, Pyne… (También Jack el Destripador estaría orgulloso de los crímenes a los que asistimos, todo hay que decirlo).
En fin, un libro que te entretiene y no te suelta, que se disfruta con ganas y que te invita a vivir siempre a tope la vida:
No guardes el vino bueno para una ocasión especial que quizá no llegue nunca. Si cada vez abres la mejor botella que tienes, siempre disfrutarás de la mejor botella.
Enorme. Grandérrimo. Soberbio.
PD: es necesaria una colección de libros para Camino, ya. Ahí lo dejo.