El periodismo ha muerto. O eso parece en los últimos tiempos. Pocos son los nombres que se asocian a un periodismo serio, riguroso, y alejado de los intereses de los medios de comunicación que los contratan. ¿Libertad? ¿Qué significa? Quizá por eso, sin saber exactamente de lo que trataba este libro, empecé a leer El campeón ha vuelto. Aclararé que de J. R. Moehringer no he leído su anterior libro, el que todo el mundo encumbró a lo más alto, que se llevó tanta buena crítica y que era El bar de las grandes esperanzas. No me interesaba, no hay otra razón. Pero nada más leer el prólogo que aparece en este último libro suyo uno entiende lo que nos quiere decir desde el primer momento y, como alegato en favor del periodismo y sobre la escritura, me parece de alabar. ¿Hubiera sido yo un poco más incisivo? Quizás. Pero es que yo a veces soy muy destructor cuando no debo serlo. En cualquier caso, uno lee esta introducción de lo que está a punto de descubrir en el libro y poco importa que no nos interese el boxeo, poco importa que no conozcamos la historia que hay detrás del mundo del boxeo. Nos anima a leer, a interesarnos, a poner más de un sentido en la lectura y dejar todo lo que estemos haciendo para ponernos manos a la obra. Casi como estoy haciendo yo en esta reseña que, realmente, empieza ahora.
“Todo hombre es un misterio. ¿Cuándo desvelar el misterio de otro hombre y cuándo respetarlo?”. Esto es lo que aparece en la portada de El campeón ha vuelto. Y es que en el reportaje que estamos a punto de descubrir, observaremos que detrás de una de las figuras del boxeo más conocidas puede encontrarse una historia que nadie se hubiera imaginado. Jamás.
Hay lecciones que se aprenden una vez en la vida y hay otras, más duras, que no se aprenden nunca por mucho que lo intentemos. El periodismo, entendido como una profesión respetable, vive sus horas bajas. No lo digo yo, lo dice – aunque no sea con estas palabras – J. R. Moehringer en el prólogo de este libro. Si esa es la base sobre la que se sustenta la idea principal, a mí ya me ha ganado. Porque lo que se lee a continuación en El campeón ha vuelto es una lección sobre todo lo contrario: lo que realmente debe ser el periodismo. Por ponernos en situación: lo que el autor escribe es un reportaje sobre un boxeador legendario que, en esos momentos, vive en la calle como indigente. Lo que en un principio iba a ser una historia que no tenía demasiado importancia, se convierte en algo mucho mayor – que no desvelaré aquí – y que pone al entrevistador en la cuerda floja entre lo que hacer o no hacer. Y es que a veces la realidad supera a la ficción más absoluta. Pero aunque la profesionalidad de J. R. Moehringer en este libro no sea discutible – el libro – reportaje me parece que está muy bien escrito – creo que lo más importante son las reflexiones sobre la escritura y el debate entre lo que el periodismo, la investigación y la profesión en general, puede hacer con las historias. Ahí radica la verdadera importancia de este libro que poco tiene que ver con las novelas, como he leído en alguna que otra crítica por ahí, y sí mucho con el periodismo y con la esencia que se perdió en algún punto del camino.
Boxeo, vidas truncadas, la realidad que golpea, aprendizaje, profesión y honestidad. Son algunos de los elementos que hacen de El campeón ha vuelto una buena lectura que llevarse al gaznate lector. ¿Es el mejor libro sobre periodismo que se ha escrito hasta la fecha? No, no lo creo. ¿Es, sin embargo, un libro que se disfruta? La respuesta, sin condiciones, es un sí rotundo. No sólo por la historia que hay detrás del protagonista de esta historia, sino por el relato que J. R. Moehringer construye a lo largo de toda la narración, convirtiendo al periodista en personaje y evidencia de que escribir, de que el periodismo, de que vivir las historias, no debiera haberse perdido nunca por intereses más allá de la verdad. Lamentablemente, es muy posible que no vivamos más una época dorada como la de aquel tiempo donde todo, absolutamente todo, era posible.