El combate, de Norman Mailer
Si hablamos de deporte, nadie duda que el rey es el atletismo, el primero de los que el ser humano se atrevió, de forma natural, a practicar. A partir del siglo XX, por repercusión, importancia e imagen global, el fútbol se lleva el apelativo de “el rey de los deportes”. Pero si hablamos desde el punto de vista cultural, ese reinado no se le puede discutir al noble arte del boxeo. El deporte de las doce cuerdas ha inspirado desde hace décadas multitud de películas y libros, creando a su alrededor un millonario grupo de adeptos y convirtiendo a sus mejores púgiles en auténticas leyendas.
Y de este cóctel de boxeo, reyes y leyendas, el único nombre que nos podía salir es el de Cassius Clay, rebautizado como Muhammad Alí y considerados por muchos medios deportivos como el mejor deportista del Siglo XX. Para acercarnos a él nos encomendamos a Norman Mailer, genio del periodismo y uno de los profesionales del medio que mejor le conoció, regalando al mundo una de las obras literarias cumbres del pugilismo, El combate.
La figura de Muhammad Alí me fascinó en mis años universitarios, cuando me puse a leer el maravilloso Rey del Mundo escrito por David Remnick a finales de los 90. El gusanillo del boxeo se me había metido dentro, y había disfrutado también de las excelsas crónicas periodísticas de Gay Talese, otro de los representantes del “Nuevo periodismo” que tan bien representó Norman Mailer.
En El combate viajamos al Zaire para asistir a una de las peleas más famosos de la historia del boxeo. El 30 de octubre de 1974, el mundo se paralizó y centró sus ojos en el estadio 20 de Mayo para ver boxear al actual campeón de los pesos pesados, George Foreman, contra la gran leyenda Muhammad Alí. Un combate programado a quince asaltos donde las connotaciones políticas, sociales y religiosas superaron incluso a las meramente deportivas, quedando este Rumble in the Jungle (así llamaron a la pelea) como uno de los acontecimientos más importantes de aquel 1974.
Y si alguien vivió aquel acontecimiento de primera mano, y en contacto directo con los protagonistas, fue Norman Mailer, cuyas semanas de intenso trabajo se vieron plasmados en esta sublime crónica. Mailer analiza minuciosamente las semanas previas de los dos púgiles, detallando su vida diaria y la de los que le rodearon. Pasan las páginas y descubrimos a un Foreman con una fuerza brutal y desmedida que para nada amedrenta la verborrea y fanfarronería de Alí. Los dos combatientes, como si de una guerra santa se tratara, llevan tras ellos un paquete de fieles seguidores, dispuestos a morir por los ideales que sus dos ídolos representan.
Y mientras unos van y vienen, otros como Mailer se mueve a la perfección entre los dos mundos, mimetizándose con ellos y sacando de cada uno lo mejor. Y es que para acercarse a alguien tan excéntrico como Alí, nadie mejor que alguien que le igualó en su momento en extravagancia. Seis mujeres, nueve hijos, varias agresiones y una fama de escritor provocativo es el currículum de un Norman Mailer que se ganó a pulso el puesto de niño malo en las letras norteamericanas.
El combate no es solo boxeo; el autor también describe la situación vivida en Zaire (hoy República Democrática del Congo), ese gigante centroafricano manejado cual juguete durante décadas por Mobutu y convertido en una de las mayores cleptocracias del Siglo XX. Como a tantos otros escritores, la belleza de la salvaje África se graba a fuego en la piel y el corazón de Norman Mailer, que admira en todo momento la tierra que pisa.
“…la estación de las lluvias, con dos semanas de retraso y rebosante del frenesí de muchas atmósferas africanas y de muchas tribus desconocidas, llegó al final a un acuerdo con las aguas del cosmos y los gemidos del Congo. Estalló la estación de las lluvias y cayeron todas las estrellas del firmamento africano. En aquel torrente, en aquel prolongado amanecer de verde luna, la lluvia cayó en sábanas de plata y mantas de plata, en cascadas y ríos, en lagos que caían como piedras desde arriba…”
Podría escribir miles de palabras sobre las magnificencias del libro escrito por Mailer, (en tercera persona, por cierto) pero me guardo las mejores para la parte clave, la de la pelea en sí misma. Para esa sublime narración de casi cincuenta páginas sobre los ocho asaltos que dieron lugar al nacimiento de la leyenda. En un mundo lleno de grandes escritores, pocas veces me he sentido más atraído por la palabra escrita que leyendo la crónica del norteamericano. Ni siquiera saber el resultado final de la pelea resta un ápice de emoción a las palabras de Norman.
“Y entonces, un enorme proyectil exactamente del tamaño de un puño encerrado en un guante se hundió en mitad de la mente de Foreman, el mejor golpe de toda aquella sorprendente noche, el golpe que Alí se había guardado para su carrera. Los brazos de Foreman flotaron hacia un lado como los de un paracaidista al saltar de un avión y, a partir de aquella posición doblada, Foreman intentó dirigirse hasta el centro del ring…”
Más de una decena de veces habré visto en VHS o DVD la secuencia más famosa de la pelea, pero en ningún momento se me habría ocurrido describirla así. Hasta que me topé con un genio como Norman Mailer, que deja a El combate como una de las cumbres de la literatura deportiva, que otra vez con gran maestría y acierto recupera para el público español la editorial Contra.
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