«En la autopista E411, un perro ha invadido la calzada en dirección a la nada. Los conductores han frenado en seco y han bajado de los automóviles. Unos contemplan atónitos la escena. Otros intercambian lacónicos comentarios. Caroline Lamarche nos ofrece en El día del perro la visión de seis personajes que han sido testigos por azar de un mismo hecho en apariencia trivial, pero que sacude sus vidas».
Cuando leí esta sinopsis, no sé por qué, me imaginé una de esas historias en las que un suceso cualquiera reúne a personas que no se conocen entre sí y, a raíz del intercambio de impresiones, la historia avanza. Como en Un dios salvaje o El método, películas en las que los personajes y sus diálogos son lo más importante. Pero me equivoqué, El día del perro no tiene nada que ver con ese tipo de historias, aunque sí, los personajes y sus impresiones son el eje.
Tenemos a seis personajes: un camionero, un cura de sesenta años, una chica que acude a una cita para romper con su pareja, un ciclista y una madre y su hija. Cada capítulo lo narra uno de ellos en primera persona. Pero no cuentan distintas versiones sobre lo que ocurrió ese día, ni siquiera versiones parciales que encajan al acabar la lectura, sino que la aparición del perro en la autopista les hace reflexionar sobre sus propias existencias. De una manera u otra, a todos les conmociona ver a ese perro porque encuentran en él su propio reflejo: un perro perdido, desesperado, sin rumbo o en busca de la libertad.
A partir de la anécdota, Caroline Lamarche profundiza en la vida de esos seis personajes: el camionero que necesita escribir a los periódicos para hablar de su familia inventada; el cura al que le da miedo su vejez y añora ese amor que nunca fue; la mujer que se da cuenta del verdadero porqué de su ruptura; el hombre que se ha convertido en un ciclista obsesivo desde que se ha quedado en paro; la madre que asume que ya no hay nada que hacer y la hija que decide por fin hacer algo. Aparte de ser testigos de la huida del perro, también les unen sus reflexiones sobre el sentido de sus existencias, sobre las diferentes clases de amor y sobre la muerte inevitable.
Quizá, que no fuera en absoluto lo que me esperaba, hizo que no entrara del todo en El día del perro. Es lo que ocurre con las expectativas: pasamos páginas y páginas esperando que se cumplan y se nos olvida apreciar lo que ya tenemos ante nuestros ojos. Así que, para que no os pase como a mí, os quiero dejar bien claro que en esta novela corta prima más la introspección que la acción, más la agitación existencial de los personajes que lo que le pasó al perro aquel día que corrió sin rumbo por la autopista. Por eso, si lo que buscáis es una novela intimista y descarnada, El día del perro es una buena elección. Caroline Lamarche no os defraudará.