Llevaba mucho tiempo sin adentrarme en una lectura de corte histórico con un entramado de narraciones truculentas e interesantes. Es el caso de esta novela de sugerente título, El enigma Murillo. En él ya se sugiere un ingrediente que lo hace aún más atractivo: Murillo, es decir, arte. Historia y arte, dos elementos que me llaman mucho la atención a la hora de escoger un libro cuando voy a una librería. Siempre que recurro a este tipo de novelas no puedo evitar recordar muchas otras obras que ahondan en la historia acompañadas de pinceladas artísticas. Sean así los casos de Las aventuras de Alatriste, de Pérez Reverte, El sueño de los faraones, de Nacho Ares, Matar a Leonardo da Vinci, de Christian Gálvez o las novelas de Dan Brown —autor este último con el que comparte la ciudad de Sevilla; uno por emplearla como escenario para el desarrollo de la novela y el escritor americano por ser una de sus favoritas de su etapa de estudiante—. Por lo que puedes comprobar, todas estas referencias son bastantes populares, comerciales hasta decir basta, pero no por ello menos entretenidas y curiosas. A mí dame unos enredos históricos mezclados con obras de arte y me tienes ganado para varias noches de lectura. Esto mismo ha conseguido Andrés González-Barba con la que es su tercera novela adulta según he podido leer en su biografía.
El escenario de esta novela es la ciudad de Sevilla en el año 1810. Las tropas francesas se han hecho con el control de la ciudad del Guadalquivir que se ha rendido sin oponer resistencia. El autor no disimula la crueldad vivida en aquellos oscuros años de guerras entre países vecinos que causaron un dolor irreparable y un tormento para todos los que las padecieron. La negrura inherente en el ser humano sumada a su inquebrantable afán de destrucción revela una historia decadente, atroz y llena de terror en unas fidedignas narraciones con mezcla de ficción. Goya consiguió plasmar fabulosamente en su pintura de Los fusilamientos del 3 de mayo el horror en su máxima expresión, pero aquí no se trata de las pinturas de este genial pintor sino de otro anterior, el sevillano Murillo, el pintor de las Inmaculadas, el hombre que retrataba con tanta dulzura y amabilidad a los niños, casi tanto que, perteneciendo al Barroco, sus pinturas preludiaban el Rococó posterior. Y de Murillo es el cuadro que obsesiona tanto al mariscal Soult, al mando de las tropas francesas a las que insta a buscar sin reparo alguno la ubicación de esa pintura. Una pintura que, además, guarda un gran secreto que será crucial para la consecución de esta horrible batalla. Hará todo lo posible por hacerse con el cuadro así como lo harán aquellos que desean mantener nuestro arte en territorio y bajo dominio español.
Paralelamente al entramado histórico se suceden una serie de sucesos paranormales, hechos que una joven adolescente de profunda sensibilidad percibe y la hacen vivir atormentada. Es la parte que otorga a la novela un carácter gótico con ánimas que en la noche recorren pasillos de palacetes o aparecen entre las brumas del Guadalquivir. Espíritus que también cargan con oscuros secretos que le intentan hacer llegar a la niña.
Un grupo de españoles guerrilleros planean asesinar al mariscal Soult y así liberar a España de la represión francesa sin saber aún que nada saldrá como ellos pensaban, llevando la novela a un final donde se descubrirá el secreto que esconde el cuadro de Murillo.
La narración va ganando a medida que avanza la historia. Lejos queda aún González-Barba de los escritores que mencioné al principio, pero me quedo con su buen trabajo de documentación que no se hace pesado durante la novela. Muchos autores leen tantos libros de historia y se jactan de ello que se olvidan de aquel dicho que citaba: «No pongas la carga delante de la mula», en el caso de El enigma Murillo no ocurre así. También destaco su valor para introducir una temática como la de los encuentros con espíritus que, aunque parece fuera de la historia, en ocasiones representan a los testigos callados y atormentados que dejan las guerras a su paso y consigue darle ese misterio romántico que tan bien hubiera funcionado en el siglo en el que se desarrolla la acción y que a mí me encanta. En definitiva, un entretenido capítulo de nuestra historia más oscura que nos sumerge en el pesar de los que tuvieron que vivirla a través de la ficción.