El joven Moriarty y la ciudad en las nubes, de Sofía Rhey
Vuelve el joven Moriarty y ya saben hasta qué punto eso supone un acontecimiento para mí. Sin embargo ya he reseñado a este joven malvado en varias ocasiones y lo he pasado tan bien que temo haber perdido la objetividad, así que me he visto obligado a recurrir a la caballería, que es lo que se debe hacer en estos casos, y le he pedido ayuda a mi hijo que aunque es un poco pequeño todavía tiene ya muy buen criterio. Su dictamen ha sido afortunadamente concluyente: ¡mooooola papá! (más o menos, entiéndanme, cito de memoria).
Sofía Rhei continúa con esta saga que homenajea ese fino y elegante sentido del humor que tienen los ingleses al tiempo que poco a poco se va convirtiendo en un compendio de referencias y personajes victorianos. Es una de las señas de identidad de los libros joven Moriarty, que Sofía Rhei va tejiendo alrededor del personaje un universo en el que van entrando personajes que uno tiene la sensación de que llegan para quedarse. Será interesante ver la evolución de la serie porque con tantos y tan atractivos personajes a los que ceder un sitio la autora va a tener que terminar por escribir entregar de seiscientas páginas para arriba. Desde Bram stoker, Julio Verne o Henry Jeckyll (a quien en un genial recurso la autora hace hablar en plural mayestático), además por supuesto de John Watson y Sherlock Holmes, por no hablar de los ficticios como Arabella, Games, Frau Weiss o Apium Coriander, la autora ha conseguido algo muy difícil de lograr: un mundo en el que no sólo ella y sus personajes están a gusto, sino que el lector se siente como en casa.
Así las cosas la cubierta de El joven Moriarty y la ciudad en las nubes le llega a uno a casa con privilegios de billete de tren, que es lo que es, el salvoconducto de entrada a unas pequeñas vacaciones, a una experiencia divertida y relajante, a otro mundo. Y no defrauda, no es como si llegara uno al lugar de vacaciones y se encontrara que el apartamento es un criadero de ratas. Sofía Rhei nos da lo que promete y de propina siempre hay alguna sorpresa. En este caso un final que deja con muchas ganas de más. El ritmo de aparición de moriartys es notable, pero con todo escribirlos debe llevar su tiempo y es de agradecer porque si fuese más constante después del final de esta entrega correría uno serio riesgo de padecer un síndrome de abstinencia, o al menos un ataque de ansiedad, hasta la aparición del siguiente.
Se preguntarán qué hace diferente a este volumen, y harán bien. No es la historia que se narra, que por cierto es divertida y trepidante, no es la aparición de nuevos personajes (ya destaqué el caso de Jekyll). A esas virtudes nos tiene bien acostumbrados Sofía Rhei. Tampoco son los duelos intelectuales de Moriarty, los misterios ni la trama. El salto mortal del final del libro es una cierta humanización del protagonista, algo que le sale mal pese a que todo le ha salido bien, una promesa de un Moriarty diferente, probablemente algo más adulto. Y sobre todo un sentido nuevo a esa ya mítica frase final: James Moriarty regresará… Porque uno espera y desea que regrese, pero esta vez se atisba que lo hará con planes de venganza y en una situación diferente de la tan privilegiada desde la que hasta ahora ha protagonizado sus maliciosas aventuras. Da la impresión de que se va adaptando al personaje adulto que tarde o temprano sabemos que es, aunque esto ya es jugar a la adivinación y eso el joven Moriarty no me lo perdonaría por ser el pecado intelectual que es. Confío en que Sofía Rhei sea más compasiva.
Andrés Barrero
@abarreror
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