El jurado número 10, de Reyes Calderón
Reyes Calderón es una autora de notable éxito en España, gracias a sus novelas de intriga y acción protagonizadas por la jueza Lola MacHor y el inspector Juan Iturri. En El jurado número 10, Calderón crea unos nuevos protagonistas también provenientes del mundo de las leyes, y que, vistos los resultados, cabe esperar que protagonicen más aventuras.
En concreto, la figura de su protagonista indiscutible y narrador, el joven abogado Efrén Porcina, es uno de los mayores hallazgos de esta novela y por sí solo supone suficiente motivo para que les invite a leerla, porque no sólo es un personaje entrañable y antiheroico -con un problema de obesidad que lo acompleja, despedido y huérfano reciente de padre nada más empezar la novela, aunque ésas son sólo las dos primeras de todo un chaparrón de desdichas- sino que personifica, con sus acciones, sus crisis y las reflexiones que comparte con nosotros, dilemas que muchas veces nos acucian: dónde reside en verdad la justicia, los límites y el alcance de la ley y de su aplicación, la validez (que aquí se pone en tela de juicio) de la certeza moral de uno mismo como brújula vital… Entra, de refilón, en temas que a cualquier ciudadano le tocan la fibra sensible, como la corrupción entre políticos, pero también nos recuerda que la corrupción moral no es algo privativo de los ricos y poderosos, sino que todos podemos sucumbir a ella.
En fin, a lo largo de las más de 500 páginas de El jurado número 10 se nos proponen consideraciones nada baladíes sobre diversas cuestiones relacionadas con el derecho natural y el derecho positivo o escrito y ejercido por el hombre. Cuestiones todas ellas sobre las que Efrén Porcina deberá decidir y fundamentar sus actos, algo que no le resultará nada fácil.
Para ilustrar todos estos dilemas, El jurado número 10 narra una historia de intriga con una acción constante que jamás decae. Comienza cuando Efrén Porcina, recién despedido y a instancias de Salomé, compañera de trabajo en el bufete donde él ejercía hasta el momento, funda el modesto bufete Romaní y Asociados, en la casa que ha heredado de su padre. Romaní y Asociados está en el extremo opuesto al exclusivo y carísimo bufete de Fulano, que así denomina Efrén a su exjefe. Pero, a pesar de la fuerte competencia, también Efrén y Salomé empiezan a recibir clientes. Sin embargo, los quebraderos de cabeza no vendrán de mano de ningún cliente, sino de uno de los numerosos novios de Salomé, que, según descubrirán los dos a la muerte de aquél, tenía en su poder medio millón de euros y todo un cargamento de drogas de diseño. A partir de ahí, pasan por El jurado número 10 mafias chinas, policías corruptos hasta el tuétano, chantajes, traiciones, venganzas y un juicio con consecuencias impredecibles. Todo ello pondrá a Efrén, a Salomé y a su amigo, el detective privado Paco, en la cuerda floja.
El jurado número 10 combina la acción más sórdida y la violencia más barriobajera con la emoción de un juicio con jurado popular, escenas costumbristas de lo más reconfortante y humor, mucho humor. En ese sentido, la gracia con que Efrén nos relata su historia -y ello, a pesar del peligro constante en que se encuentra- es otro de los ganchos de El jurado número 10, con un protagonista que a las primeras de cambio se nos mete en el bolsillo.
Pero que nadie se engañe: la ligereza y el carácter burlesco de muchos de los lances van dando paso a una seriedad casi filosófica, a medida que el personaje de Efrén se ve sacudido por el cargo de conciencia y el escrúpulo moral ante las cosas que ha hecho. El jurado número 10 supone, en este sentido, una rotunda afirmación de la prevalencia de la ley sobre el deseo de tomarnos la justicia por nuestra mano, ni siquiera en el caso de personas cuyo pasado o carácter dudoso parezcan hacerlas, a nuestros ojos, menos merecedoras del beneficio de la duda o de la benevolencia de la ley.
El jurado número 10 fue galardonado con el premio Abogados de Novela 2013. Gustará a quienes busquen una lectura muy entretenida, con un desenlace muy al caso, como a quienes huyan de novelas intrascendentes que se agotan en su propia trama, porque ésta no lo es.