El misterio de Pont-Aven, de Jean-Luc Bannalec
No sé si alguno de ustedes tiene intención de viajar a la Bretaña próximamente; si es así, y si les va ese estilo, pueden ustedes hacerse con una guía de viaje convencional, o pueden hacerse con esta novela, El misterio de Pont-Aven, que también cumplirá ese mismo cometido. Tendrán así un dos por uno: lectura amena para sus vacaciones y orientación y pistas sobre lugares que ver, detalles en los que fijarse y pinceladas sobre el carácter bretón.
El misterio de Pont-Aven es, en realidad, el debut literario de un autor que se presenta bajo el seudónimo de Jean-Luc Bannalec, y que se ha vendido muy bien en Francia y en Alemania (la novela está escrita en alemán). Nos presenta al comisario Dupin, parisino “desterrado” en Bretaña. Aunque al principio se esboza cierta extrañeza y choque cultural -material repetidas veces usado para producir efectos cómicos, como en la película Bienvenidos al Norte, por ejemplo-, en realidad ya se nos muestra a Dupin bastante habituado a su nuevo lugar de residencia y de trabajo y a los bretones, sus nuevos vecinos y colegas.
La acción comienza casi inmediatamente, cuando informan a Dupin del asesinato de un anciano dueño de un hotel con historia, pues allí residieron Gauguin y otros pintores. El misterio de Pont-Aven se desarrolla a partir de ese momento como una historia detectivesca de corte clásico, con un sabueso que guía la investigación y se centra para ello en los allegados a la víctima: sus familiares, compañeros de trabajo, amistades, gente con quien tenía negocios, etc. hasta desenmascarar al asesino.
El misterio de Pont-Aven no destaca por la originalidad de su trama detectivesca y, si bien no carece de ingenio y de agilidad, no es ciertamente su cualidad más destacada; quizá el mayor hallazgo consista en su protagonista, Dupin, un capitalino muy bien aclimatado en Bretaña y que muestra la suficiente hondura como personaje para hacérsenos simpático y claramente distinguible de la galería de personajes del libro. Y, como decía al principio, destacan también las detalladas y sentidas descripciones de Bretaña y los bretones, en las cuales se adivina la admiración del autor por esta región. Se trata de fragmentos muy abundantes en las páginas del libro y que hay que decir que en ocasiones distraen de la trama principal, pues resultan a veces demasiado minuciosas, o bien parece que la trama principal esté demasiado al servicio de la recreación costumbrista o paisajística de un lugar. Sin embargo, en ningún momento la lectura se hace pesada ni aburrida.
Si acaso, se echa de menos que el autor hubiera sacado más partido de algunos filones que sólo se bosquejan, como la amable burla del chovinismo con respecto a nuestro lugar de nacimiento que, en mayor o menor medida, nos afecta a todos, o la parodia y el rechazo a cierto tipo de detective sofisticado y “con problemas” que menudea en la literatura actual.