El otro día vi en Twitter una encuesta en la que se preguntaba si los lectores deciden leer o no un libro dependiendo de los ideales políticos, religiosos o sociales de un escritor. Ganó el «sí», ya mucha gente decía que le resulta muy difícil separar al autor de su obra y que si no le cae bien o no está de acuerdo con la forma en la que piensa, jamás leería su libro.
Bien, yo no sé qué piensas tú, lector, pero yo no estoy de acuerdo con esa respuesta. Recuerdo que en clase de Filosofía nos hacían leer todo tipo de obras, independientemente de las ideas que propugnaran o los mensajes que quisieran transmitir. Y esto, ¿por qué? Pues muy sencillo: porque no podemos juzgar algo sin conocerlo. No podemos decir que estamos en contra de una ideología si no sabemos cuáles son los valores que sostienen las personas que la defienden. No podemos decir que no creemos en una religión si desconocemos su historia y los pilares sobre la que se fundamenta. Por eso creo que es imprescindible leer todo tipo de obras, independientemente del mensaje que ofrezcan, porque para eso está nuestra mente crítica, para deducir si estamos de acuerdo o no con lo que dicen.
Y lo cierto es que me sorprendió muchísimo que la mayoría de los lectores pensara de aquella forma. No los juzgo, solo estoy sorprendida. Y he querido mencionarlo ya que la obra que vengo a recomendaros hoy es El príncipe, de Nicolás Maquiavelo. ¿Quién no ha oído hablar de este famoso libro? Yo lo tenía por casa y lo leí cuando tenía quince años, pero lo cierto es que esta nueva edición que ha sacado la editorial Alma me ha seducido demasiado y ha hecho que quisiera volver a leerlo.
Recuerdo que la primera vez que lo leí me atrapó mucho más que ahora, porque, sinceramente, estoy bastante harta de la política y todo lo que conlleva. En cambio, con quince años, aprendí muchísimo de su lectura, y eso que consiste en un tratado filosófico, de tintes políticos, que se escribió en el siglo XVI. ¿Puede ser una obra del siglo XVI aplicable a nuestros días? La respuesta es un rotundo sí. Y he aquí la magia que reside dentro de esta obra: el hecho de que sea tan atemporal que dé igual el momento de la historia en que se lea, que el lector siempre sacará alguna conclusión útil.
Pero para ello, va a tener que dejarse las ideologías en casa y abrir la mente a todas las cosas que nos propone Maquiavelo y es que este, en su libro, nos explica cómo ha de ser un buen príncipe, un buen gobernante. Utiliza múltiples ejemplos reales para que el lector comprenda lo que quiere decir y, como es consciente de que cada gobernador ha llegado al poder de una manera concreta, se centra en explicar cómo debe ser su mandato dependiendo de la vía que haya utilizado.
Y es importante leer este libro con la mente en blanco porque son muchos los estudiosos los que han utilizado esta obra para interpretar «lo que quiso decir Maquiavelo». Todos sabemos que, comúnmente, se utiliza el calificativo «maquiavélico» para denominar un plan retorcido, incluso malvado. Pues bien, una vez que se lee la obra original, uno se pregunta de dónde viene esa acepción, pues nada de lo que se relata en su interior merece ese calificativo. Ahora bien, sí que lo merecen ciertos estudios sobre lo que quiso decir el autor italiano, por lo que es muy importante, como digo, llegar hasta aquí sin ningún tipo de pensamiento ni prejuicio previo.
En definitiva, El príncipe se vuelve a colar en nuestras estanterías de la mano de esta maravillosa editorial, que no ha perdido la oportunidad de diseñar una nueva y renovada edición repleta de ilustraciones que encajan perfectamente con el texto (de las que se ha encargado Santiago Caruso). Desde aquí te animo a que vuelvas a sumergirte en sus pensamientos, si es que ya lo hiciste en su día, o que te dejes llevar por sus palabras si esta es la primera vez que te enfrentas a sus ideas. Te aseguro que después verás el mundo con otros ojos.
Esta semana lo he leído.
Excelente libro, único, origina, …m
No es para todos.
Y muy buena opinión la suya.