¿Cuántas veces hacemos balance de nuestra vida? ¿De qué manera somos capaces de establecer el inicio y el final de toda una existencia? Y, poniéndonos más metafísicos, ¿cómo podemos resumir aquello que parece inabarcable? Las personas, los seres humanos, aquellos que caminamos por la vida observando a los demás y a nosotros mismos, analizamos la vida, la desintegramos en pequeñas partículas, y después, cuando cada eslabón de la cadena está donde debiera estar, creamos un esquema general de aquello que hemos vivido. En nuestra mano está pensar si ha sido todo un camino de rosas o una auténtica mierda. No hay medias tintas. Y además, ninguno de nosotros quiere pasar sin pena ni gloria, atravesando todo lo que sucede como si estuviéramos en un punto intermedio, en una zona gris donde nada nos toca. Queremos sentir, ese es el resumen. Las biografías, sean ficticias o reales, nos enseñan que toda una vida puede ser absurda, pero importantes para quien las ha vivido. Así que ahora os va a tocar conocer a Gary de la mano de Nell Leyshon, un hombre que lo pudo tener todo, que se aferró a los bolsillos de los demás para robarles, y que decidió, en un momento determinado, que vivir era casi lo mismo que esa imagen borrosa que deja el alcohol. Y es que las vidas nunca son fáciles, pero nadie dijo que no pudieran ser, al menos, interesantes.
Conozcamos a Gary, un hombre que recuerda lo que ha sido su vida, su familia, sus relaciones, mientras por las calles de Inglaterra corría el alcohol, la droga, la música irreverente, y una sensación de haber perdido las fuerzas para luchar. Conozcamos a Gary, un hombre sin demasiados escrúpulos, vergüenza ni pudor, pero que va a descubrir que la vida es mejor descubrirla que simplemente dejarse llevar por ella.
Las comparaciones siempre han sido odiosas. Nell Leyshon escribió en 2014 un libro titulado Del color de la leche que se convirtió en uno de los éxitos de la temporada. No hemos sido pocos los que, debido a esa novela, queríamos que una nueva obra suya llegara a nuestras manos. Pero como decía al principio, comparar siempre ha sido un error que muchos de los lectores cometemos, a la hora de empezar a leer un libro. El show de Gary nada tiene que ver, ni en su estilo ni en su forma, con su anterior novela. Mucho más políticamente incorrecta, cercana a las historias que ya nos proporcionara Irvine Welsh con los protagonistas de Trainspotting, en un contexto mucho más cercano como Inglaterra, Nell Leyshon juega al papel de los dobles juegos contándonos una historia que a los que lo leemos nos parece verdad, una realidad demasiado conocida, para después comprender que algo de mentira hay en un protagonista que nos cuenta con desafección todo lo que ha sucedido. Porque en eso es en lo que la autora se especializa en esta novela. En construir una vida trágica en una especie de comedia agridulce que parece contada como si nada tuviera especial relevancia, como si el poder de la negación se presentara de improviso y viéramos a Gary, nuestro protagonista, contarnos algo que debiera ser importante, vital, con el tono de un mal chiste, una mala broma, un simple acontecimiento que se filtra por los recovecos de la realidad.
Allá vamos, pasen y vean. Por aquí, eso es. Toma asiento. Coge el libro. ¿Todo bien? ¿Estás cómodo? Estupendo. Pues que empiece el show de Gary
Y así como se suele decir, el show debe continuar. Nell Leyshon nos abre las puertas de una vida anónima para que podamos verla, analizarla, divertirnos con ella, o simplemente ir viendo cómo las páginas se suceden sin que lleguemos a entender muy bien cómo es posible que un hombre descienda a los infiernos de esa manera. Porque en el fondo de eso trata El show de Gary: de la debacle de un hombre que, al final, encuentra un bote salvavidas. Aunque a veces los botes tengan algún que otro pinchazo.