Es toda una putada, una gran putada, que un domingo de verano, víspera de Santiago, y días antes de las fiestas de Vitoria, cuando estás disfrutando del mejor pincho de tortilla de patatas del mundo (con el huevo a medio cuajar y las patatas cocidas aunque crujientes) recibas una llamada del trabajo. Una llamada que va a cambiar tu vida a peor y ni te imaginas cuánto. No lo sabes en ese instante. No tienes ni idea. De momento solo eres consciente de lo que te dice la persona al otro lado del teléfono: al igual que veinte años antes, se han encontrado dos cuerpos desnudos. Chico y chica, con las manos apoyadas en la mejilla del otro…
Así comienza este libro… Aunque no exactamente. El comienzo es un par de hojas anterior, con una presentación a lo El crepúsculo de los dioses, y un narrador, Unai López de Ayala, nuestro protagonista, que ya de primeras nos avisa que cerró el caso siendo la última víctima de un asesino en serie y con tiro en la cabeza.
A partir de ahí todo nos es contado como si de un largo flashback se tratara y todo se desarrolla de una manera hipnóticamente original.
Tenía varios puntos a favor para leer El silencio de la ciudad blanca: lo primero, que fuera una novela negra, por descontado. Que sucediera en Vitoria, tan cerca de mi ciudad; que aparecieran elementos mitológicos y leyendas, fiestas y folclore… y la trama, por supuesto, lo más importante, porque… ¿quién se resiste a un argumento así?
Tasio Ortiz de Zárate va a salir de prisión tras veinte años de condena por el asesinato de ocho niños y jóvenes. Y qué casualidad que días antes de su salida de la cárcel, aparecen otros dos cuerpos con una parafernalia escénica idéntica a la que se dio en los crímenes de dos décadas anteriores. (Parafernalia de la que no se dio detalles a la prensa).
Si lees esto y sigues con el prólogo, es imposible que no quedes enganchado. Imposible. Esas frases iniciales te arrastran ineludiblemente y te obligan a querer saber más. ¡Cotilla!
Y así, de la mano de Unai, experto en perfiles criminales, y su compañera Estíbaliz, victimóloga, seremos testigos impotentes de los misteriosos asesinatos que van recorriendo Vitoria desde sus orígenes hasta la actualidad; algo así como las edades del hombre adaptadas a una ciudad y en plan macabro, y en la que, además, aprendemos algo de su cultura, gastronomía, supersticiones… de forma amena y entretenida. Vitoria es una protagonista más del libro, no cabe duda y una ciudad que a pesar de haber visitado varias veces, apetece volver a recorrer tras la lectura de este novelón.
Eva Garcia Sáenz de Urturi (me pregunto si su edad acabará en cero o en cinco, pues ese nombre compuesto es sin duda candidato a estar en la lista de los condenados) ha logrado la muy meritoria tarea de construir un guion complejo y bien elaborado, riquísimo en detalles tanto de los personajes como de los decorados, de una manera fácil de leer y entender y que consigue atrapar al lector desde la primer página.
No puedo olvidar mencionar que dentro del enorme flashback que es el libro, tenemos otro flashback en su interior, que ser remonta a unos cuarenta años y que resulta ser muy esclarecedor para el caso, además de un documento que es fiel reflejo de los usos y costumbres y modo de vida de la gente de la época, y en concreto de la situación de la mujer en un mundo machista y, para más inri, en una pequeña ciudad, que en aquellos tiempos era casi un pueblo.
Y también hay que destacar la inteligente inclusión de las nuevas tecnologías (cada vez menos nuevas) sobre todo de Twitter, que juegan en la resolución tanto para bien como para mal, así como de los personajes del Matu y Golden Girl. (Esta última merecería un libro propio).
Todos los personajes, tanto principales como secundarios, nos resultan creíbles, reconocibles en el mundo real y todos tienen algo que aportar a la historia, algo que hará que el rompecabezas se resuelva.
Como curiosidad, me llama la atención la gran cantidad de mujeres con el nombre de Blanca: Blanca Díaz de Antoñana; Blanca, el alter ego de la subcomisaria Alba (blanca también); en el título del libro; la patrona de Vitoria es la Virgen de la Blanca… E Ismael, el alter ego para el running de Unai, es aquel que va tras Moby Dick, la ballena… blanca. En fin, chorradas mías.
El ambiente, las cuadrillas, la fiesta, la religión/mitología/folclore/superstición, la gastronomía, la historia, las gentes, las tragedias personales de Unai y Alba (de las que no he comentado nada), los crímenes,… ¡TODO! es perfecto en este libro. Un novelón que engancha, que te hace pensar, que te lleva por un camino y, como buena novela negra, resulta ser un camino equivocado, que te mantiene en vilo y, aunque sea algo manido, que no te deja soltar el libro.
El silencio de la ciudad blanca es un gran libro que ha de estar por derecho propio en la biblioteca de cualquier lector del género, al lado de Gellida, Silva, Bartlett, y tantos otros grandes. No hay excusas, es así y punto.
Cuando el que se pone a matar en cadena es un puñetero genio, solo puedes rezar para que tu bola no salga del bombo dorado y el niño de turno no cante tu número con voz temblorosa.
@palati77
Autor de Valeria y El diablo da las llaves del cielo
Lo leí hace un par de semanas y lo disfruté muchisimo. Coincidimos en impresiones.
Un beso 😉
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