Cada vez veo este un sitio más proclive a mis confesiones lectoras y, teniendo en cuenta que es una ventana hacia un mundo repleto de ojos que no reconozco, probablemente no sea el mejor lugar pero hacerlo. Pero qué más da. Hoy debo confesar que siempre se me ha hecho raro leer novelas narradas en tercera persona, y cada vez tengo más claro que creo que esto me pasa porque tengo miedo a que, en algún momento de la novela, ese narrador que todo lo sabe se equivoque y pase de la cabeza de alguno de sus personajes a la mía. Y empiece entonces a sacarlo todo, a enseñarlo todo, a dejarme sin nada que esconder, que guardar, que reservar. De momento eso no ocurre y voy pasando bien de novela en novela, como me ha sucedido con esta divertida, muy entretenida y muy rara El submayordomo Minor, la última novela de Patrick deWitt, publicada por Anagrama.
¿Qué decir de ella? En primer lugar y sobre todo, que si te gusta el universo Tim Burton es para ti. Patrick deWitt nos presenta a Lucien Minor, chaval pobre, mentiroso compulsivo, que vive en un pueblo con su madre, quien regenta una taberna, y que decide en cierto momento de su adolescencia marcharse de allí tras recibir una oferta de submayordomo en el misterioso castillo Von Aux. A partir de la recepción de esta oferta, la vida de Lucien, más llamado en la novela Lucy, comenzará a caminar de la mano del acelerado proceso de madurez. Solo y sin mucho equipaje, ni fuera ni dentro, lo que más pesará a Lucy en su partida serán las heridas de un amor no correspondido. Huyendo de eso y de una vida casi marginal, Lucy se encontrará con la posibilidad de ser alguien, de valerse por sí mismo, de tener un puesto, un nombre, una posición. Pero ni se imagina lo que le espera.
Viajará en tren, conocerá de primera mano el universo de los vagones de tercera clase, conectará con ciertas personas que marcarán su vida. Y pensará. Porque esto, su pensamiento, es lo que moverá la acción de la novela y los ojos del lector. Lucy es un joven maltratado por la vida y, como él creerá, por el amor. Así, con la idea de que la vida es una batalla diaria contra la epidemia del amor, Lucy llegará a un nuevo pueblo, coronado por el castillo Von Aux. Dentro de él se encontrará con el lujo derrumbado, con la ruina de algo que ya fue. Allí conocerá al extraño, entrañable y cómico Olderglough, su superior y alguien que mira cada mañana, portando todavía su gorro de dormir, a su pequeño pájaro enjaulado mientras se pregunta por qué este nunca cantó; a Agnes, la fatal pero fiel cocinera del castillo; y al barón, ser decaído, golpeado fuertemente por el virus del amor, que solo aparece de noche, a escondidas, y es capaz de comerse ratas vivas cuando nadie le ve. A estos le acompañarán en el baile de personajes Memel y Mewe, carteristas del pueblo que Lucy conoce en el tren, y Klara. Klara, la clave en todo esto.
Este desfile de caracteres es el que completa la nueva vida de Lucy, quien se encontrará dentro de su pequeña habitación, que hasta hace muy poco fue del anterior submayordomo – desparecido en extrañas y secretas circunstancias -, con un pequeño cachorro a sus pies y la obligación todas las noches de cerrar con llave por dentro su puerta. Y todo comenzará a suceder.
Patrick deWitt consigue, con una gran técnica de capítulos cortos y efectivos cliffhangers – no se nos olvide que también es guionista de cine -, que las casi 400 páginas que componen el libro pasen como si este no llegase a la centena. La partida, la huida, el desplazamiento en una misma vida serán los temas clave en esta historia que trata sobre la superación de la edad, sobre el crecimiento, sobre la madurez, que no es más que entender de qué trata el amor. Lucy creerá saberlo, pero no, y volverá a creer saberlo, pero no. Y volverá. Puede leerse en la contracubierta del libro que El submayordomo Minor es algo así como un «bildungsroman posmoderno», y si supiera lo que esto es lo afirmaría categóricamente. Pero también puede leerse sobre él que es «original». Y lo es. Que es «nada convencional». Y lo es. Que es «delicioso en su singularidad». Y lo es. Que es una novela «ágil, divertida, profunda, emocionante y espléndida». Y lo es. Que es «siempre excelente». De verdad que lo es.
Todos hemos sido alguna vez Lucien Minor.