Escucha la canción del viento y Pinball 1973, de Haruki Murakami
Hace poco más de un mes reseñé en el blog el último libro que había leído de Haruki Murakami, De qué hablo cuando hablo de correr. En él, el autor hablaba de sus inicios como escritor, cuando con casi treinta años mandó su primera novela corta a un certamen literario. Esa novela era Escucha la canción del viento, y hasta hace un mes no estaba traducida al español. Pero por fin, tras dar Murakami el visto bueno, los fans del artista nipón podemos disfrutar de sus dos primeras obras en nuestra lengua.
En el prólogo a sus dos primeras obras, conocemos brevemente el origen del Universo Murakami, la semilla de lo que en la actualidad es uno de los autores más relevantes de la literatura. Llama la atención el inicio atípico que tuvo el novelista, pues no fue hasta los treinta años cuando pensó seriamente en la tarea de escribir. Mientras tanto, acabados sus estudios, regentaba en 1979 junto a su mujer (y unas deudas galopantes) un bar de jazz en Tokio. Tenía tan poca fe en su talento que de esa primera novela que envió al certamen, Escucha la canción del viento, no se guardó siquiera una copia. Por suerte para muchos, esa novela (escrita, como él dice, en la mesa de la cocina) fue premiada, y gracias a ello hoy tenemos la oportunidad para leerla junto a su segunda obra Pinball 1973, novela parecida en temática y estilo, que podía considerarse una continuación de la primera.
Ni que decir tiene que acudía a esta doble lectura con las expectativas muy altas. Pero no pensando en leer dos obras de arte, sino con la curiosidad de conocer los primeros experimentos literatos de uno de los grandes contadores de historias de la actualidad. Es lógico decir que su literatura ha mejorado y madurado con los años; que estos dos primeros relatos no llegan al nivel de sus grandes obras. Pero aún así, ya se atisban esos elementos indispensables y comunes que hacen de los libros de Haruki Murakami grandes experiencias lectoras.
Cuenta Escucha la canción del viento la historia de un joven estudiante y su amigo “El Rata”. El nexo de unión de ambos es el Jay’s Bar, donde beben cerveza y comen sin esperar nada mejor de la vida. El protagonista siente admiración por la figura del escritor Derek Heartfield (escritor ficticio), cuya extravagante forma de escribir intenta emular Murakami en esta primera historia, mezclando historias inconexas con personajes surrealistas, como una enigmática muchacha con cuatro dedos en una mano. El autor se lanza al vacío con un experimento literario arriesgado, pero contrario a lo que se pueda pensar, sus rarezas terminan enganchando y consiguiendo un balance muy positivo.
La segunda historia, Pinball 1973, escrita un año después, tiene como personajes a los dos mismos protagonistas (el joven estudiante y El Rata). Si la primera historia iba a saltos, esta otra va a tirones. Es una historia a dos velocidades, pero se empieza a vislumbrar un Murakami capaz de crear escenas y personajes más completos y elaborados. El personaje principal, con una boyante empresa de traducciones, no para de recordar historias de novias antiguas mientras convive con un par de gemelas misteriosas que entran en la historia tan naturalmente como luego se terminan yendo. Y “El Rata”, también con una dosis añadida de melancolía, parece no querer avanzar y mirar hacia el futuro mientras pasa las horas muertas en el mismo bar de siempre, el Jay’s Bar. Esta historia cuenta ya con algunos diálogos de bella factura, y una curiosa historia sobre las máquinas de pinball que rememora en el lector que haya llegado a la treintena esas grandes tardes de recreativos enganchados a este entretenimiento hoy casi en desuso.
Son muchas las señas de identidad que tienen las novelas de Haruki Murakami, pero quizá las más importantes sean el surrealismo, el amor incondicional por el jazz y unos personajes jóvenes, algo perdidos, inadaptados y melancólicos. Estas son las claves que han hecho del autor japonés un escritor de éxito. Y leídos Escucha la canción del viento y Pinball 1973, hay que reconocer que todo eso ya aparece desde sus primeras historias. Una sorpresa agradable (y muy recomendable) conocer los inicios de todo un monstruo literario.
César Malagón @malagonc