Esperando a Godot

Esperando a Godot, de Samuel Beckett

esperando a godot - samuel beckett

Una de las obras clave del teatro del absurdo; un drama angustioso y desolador en el que, a pesar de que no sucede nada, se encuentra retratado con precisión todo el género humano.

Sobre el escenario, un camino en medio de un paraje yermo y desolado.  A un lado un árbol sin hojas, seco.  Al otro, dos personajes harapientos, dos vagabundos, esperan. Hablan, pero no conversan.  Tratan de tomar algún tipo de decisión, pero son incapaces de moverse del sitio.  Sólo esperan.

Esperan a Godot, aunque no saben para qué le esperan o si vendrá.  En realidad no tienen ni idea quién es ni están seguros de que exista.  Puede incluso que sean ellos los que no existen.

esperando a godot

Una imagen como ésta ya estaba formada en mi mente antes de comenzar a leer Esperando a Godot; así sucede con algunas obras universales de la literatura, como La metamorfosis de Kafka, por ejemplo: su huella en nuestra cultura es tan profunda que “ya sabemos de qué van” aunque nunca hayamos mostrado el más mínimo interés por ellas.

Además de la estampa de los dos vagabundos al borde de un camino, también sabía que esta pieza de Samuel Beckett –discípulo y secretario de Joyce, irlandés que abandonó su lengua materna por el francés y premio Nobel en 1969– es, junto con El rinoceronte de Ionesco una de las obras cumbre del teatro del absurdo.  Este era todo el bagaje con el que yo, que nunca he sentido una especial inclinación ni por el teatro ni por el absurdo, me iba a enfrentar a algo tan diferente de todo lo que había leído hasta ahora.

VLADIMIR:  Un… (Se contiene.) ¿Qué insinúas?  ¿Que nos hemos equivocado de lugar?

ESTRAGON:  Ya debería estar aquí.

VLADIMIR:  No aseguró que vendría.

ESTRAGON:  ¿Y si no viene?

VLADIMIR:  Volveremos mañana.

ESTRAGON:  Y pasado mañana.

VLADIMIR:  Quizá.

ESTRAGON:  Y así sucesivamente.

VLADIMIR:  Es decir…

ESTRAGON:  Hasta que venga.

VLADIMIR:  Eres implacable.

ESTRAGON:  Ya vinimos ayer.

VLADIMIR:  ¡Ah, no!  En eso te equivocas.

ESTRAGON:  ¿Qué hicimos ayer?

VLADIMIR:  ¿Que qué hicimos ayer?

ESTRAGON:  Sí.

VLADIMIR:  Me parece…

Esperando a Godot es una de esas obras clave en la Historia de la Literatura, así, con mayúsculas; de esas que abren nuevos caminos y señalan puntos desde los que ya no se puede volver atrás.  Se han escrito miles de páginas sobre este texto –que precisamente por ser tan sencillo, tan minimalista, resulta ser tan complejo– y lo cierto es que la mayoría de estas sesudas exégesis han sido desautorizadas por el propio Samuel Beckett, que solía afirmar que si hubiese querido decir algo, lo habría llamado por su nombre. De modo que yo, que no poseo ni los conocimientos ni el ánimo necesarios para aventurarme a realizar otro análisis más, me limitaré a contarles qué ha supuesto para mí la lectura de Esperando a Godot, y para ello me basta una palabra: desoladora.

¿Cómo puede ser tan impactante una obra en la que apenas sucede nada?  Es cierto que la situación de los protagonistas es de absoluta desesperanza y que en todo el drama hay una cierta violencia soterrada que constantemente pugna por salir a la superficie, pero esto no es suficiente para dejar tal huella de desolación y angustia en el lector.

Lo que sucede es que los escritores se han esforzado durante siglos por penetrar cada vez con mayor profundidad en el alma humana y nosotros, los lectores, nos hemos acostumbrado a compartir los más íntimos sentimientos y temores de los protagonistas de los libros que leemos.  Esperando a Godot no sólo carece de acción, sino que tampoco encontramos sentimientos ni reflexiones: los protagonistas se expresan sólo por sus actos y palabras y los lectores, relegados al papel de meros espectadores, se ven obligados a extrapolar a partir de dichos actos, erráticos y carentes de significado, los estados de ánimo de los personajes.  Despojados de la capacidad, a la que ya nos habíamos acostumbrado, de husmear en el interior de la mente de los personajes, Beckett nos coloca en una posición incómoda y desasosegante que contribuye a aumentar la carga de desolación de la obra.

Esperando a Godot está formada, como el universo, por vacío y caos en casi su totalidad y en un universo, perdidas en medio del vacío, caben muchas cosas: la desesperación y la angustia de los personajes, su soledad, su compasión; una terrible carga de pesimismo (o quizá se trate de existencialismo, o de nihilismo, dejo esa precisión para los expertos); un humor que en otro contexto recordaría al de los hermanos Marx, a veces inocente, a veces negro, casi siempre cruel; una violencia sórdida y cotidiana, la más miserable de todas, la del débil que aprovecha la ocasión para descargar su ira con el que es aún más débil.  Hay espacio también todas las interpretaciones posibles, desde la metafísica a la cómica, no en vano Samuel Beckett afirmó que se trataba de una obra “horriblemente cómica, o cómicamente horrible”.

VLADIMIR (ofendido, con frialdad): ¿Se puede saber dónde ha pasado la noche el señor?

ESTRAGON:  En un foso

VLADIMIR (estupefacto):  ¡Un foso! ¿Dónde?

ESTRAGON (sin gesticular):  Por ahí

VLADIMIR:  ¿Y no te han pegado?

ESTRAGON:  Sí… No demasiado

VLADIMIR:  ¿Los de siempre?

ESTRAGON:  ¿Los de siempre?  No sé.

No es Esperando a Godot una obra para leerla, o para asistir a su representación, en cualquier momento de nuestra vida.  La obra de Beckett, según los académicos suecos, “adquiere su grandeza a partir de la indigencia moral del hombre moderno” y no siempre está uno en la mejor disposición para enfrentarse a su indigencia moral.  Pero se trata de una obra a la que, en algún momento –al menos uno– es recomendable, es preciso acercarse.  Uno no puede pasarse toda la vida esperando a Godot.

 

Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es

10 comentarios en «Esperando a Godot»

  1. Como me gusta que hayas reseñado este libro Javier !!!

    Una de esas obras que hay que leer despacio, subrayando, levantando la cabeza para reflexionar; y una vez terminado … es posible que dejemos de esperar. Igual, inclsuo se nos ocurre actuar, jejeje

    Sí, el género del absurdo generalmente es de lo menos absurdo.

    Un abrazo!

    Responder
  2. Después de leer tu fantástica reseña, como siempre, creo que voy a darle una oportunidad y atreverme con esta obra maestra de la literatura. Mi única incursión en el teatro del absurdo ha sido Picnic de Arrabal y no fue una mala experiencia. Y al menos con esta obra, tengo que darle la razón a Susana, “el género del absurdo generalmente es de lo menos absurdo”.
    Besotes!!!

    Responder
  3. Yo lo empecé, no me enteraba, busqué información… y después de todo esto lo empecçe de nuevo y me apasionó. Una obra difícil pero de mis favoritas hoy en día. Besos.

    Responder
  4. Genial el final, linda manera de cerrar tu texto, tan bien escrito como los anteriores; te cuento que mi hermano es actor y una vez participó de esta obra en un antro argentino; fui a verla y no entendí nada, pero salí triste, sentí eso mismo que compartís hoy con nosotros; sin dudas algo dice, mucho dice, pero la interpretación es libre, aunque las sensaciones que deja abarcan a todos; saludos y felicitaciones por tu reseña!

    Responder
  5. Cuánto me alegra que te guste la elección del libro, porque tenía mis dudas; no es fácil transmitir lo que se siente con una obra así.

    Y es curioso lo mucho que da para reflexionar un libro en el que prácticamente no sucede nada.

    Gracias por tu comentario.

    Responder
  6. Yo tengo que reconocer que mi experiencia con el teatro del absurdo comienza y acaba con Beckett, pero la experiencia ha sido muy positiva y un día de estos, no se puede abusar, repetiré, quizá con Ionesco.

    Gracias por tu comentario, Margarita.

    Responder
  7. Fácil no es, desde luego. Yo también tenía esa sensación de que algo se me estaba escapando; la deje a medias, esperé una semana mientras leía otro libro y volvía a retomarla. Gracias por tu comentario y saludos.

    Responder
  8. Así es, Roberto. Puedes entender más o menos (si es que hay algo que entender), pero las sensaciones que deja son claras, y muy poderosas. Gracias por tu comentario.

    Responder

Deja un comentario