Antes de que Dylan fuese elegido Premio Nobel de Literatura y se desatase una fuerte polémica al respecto —que ha llegado hasta el límite del absurdo con las acusaciones al artista de haber plagiado frases de su discurso de aceptación del premio—, éramos muchos los que considerábamos a ciertos músicos como auténticos poetas, independientemente de que hubiesen tenido la mala fortuna de que su talento compositivo fuera acompañado de una bonita voz o de una particular destreza con la guitarra. Y es que sería de necios negar que Lennon, Cohen y Morrison o que Víctor Jara y Sabina han hecho algo mucho más profundo durante su carrera que encontrar palabras que rimen y se adapten bien a una melodía. En otros casos, como el de Johnny Cash, no es necesario hacer una defensa tan activa, ya que los versos a los que no puso voz han quedado ahí para respaldar su aura de poeta.
Eternas palabras es la recopilación de algunos de los poemas que John Carter Cash encontró entre los papeles de su padre tras el fallecimiento de este. Un total de 41 poemas que, junto con sus canciones, reafirman su papel como uno de los grandes narradores del pasado reciente de Estados Unidos. Es complicado, por no decir imposible, diferenciar los versos que creó para que fueran cantados de los que nacieron para ser recitados, del mismo modo que resulta imposible leer los poemas sin tener la voz grave y cálida del de Kingsland siempre presente. Y es que muchos poemas son enormemente melódicos, con sus estribillos, sus frases recurrentes, sus cadencias…
Los versos, que se incluyen tanto en su versión original como traducidos al español, van acompañados de fotografías de Cash en distintas épocas de su vida, así como de los propios manuscritos de los poemas. A lo largo del libro se entremezclan textos que escribió en épocas muy diversas, desde los años cuarenta hasta comienzos del siglo XXI. Precisamente el más reciente de los poemas es del año 2003, poco antes de su fallecimiento y tiene el título de Para siempre. Me parece oportuno reproducirlo, tanto por lo premonitorio del mismo como para resaltar la calidad y la profundidad de sus creaciones: «Me dices que moriré /Como las flores que tanto amé /Nada de mi nombre quedará /Nada de mi fama se recordará/ Pero los árboles que he plantado/ Aún son jóvenes/ Las canciones que canto/ Aún seguirán cantándose».
Los temas que toca no son muy diferentes de los de sus composiciones musicales. Habla de la guerra, la fama, la naturaleza, la familia, las drogas, la muerte, la religión… aunque, principalmente, al igual que en las más de 1 500 canciones que publicó, habla de amor. Un amor que, salvando pequeñas excepciones, lo dibuja casto y sincero. Estos poemas ayudan también a descubrir nuevos matices en Cash, como un humor negro muy desarrollado. Para el que tenga dudas, recomiendo leer su poema I wish you a Merry Christmas. Un auténtico desahogo, lleno de odio y de deseos horriblemente divertidos contra la mujer que le ha abandonado.
Empecé a leerlos en castellano, pero pronto me di cuenta de que, sin desmerecer ni mucho menos la labor en la traducción de Andrés Catalán, estos textos reclaman el inglés. Además, como también ocurre en sus canciones, el lenguaje que emplea Cash es sumamente sencillo, por lo que no es necesario un nivel muy elevado de la lengua de Shakespeare para poder entender lo que nos quiere contar el músico, con la ventaja de que su voz se hace presente durante la lectura.
Eternas palabras es un pequeño regalo para todos los que añoramos al Hombre de negro, una recopilación de poemas que se lee con rapidez y que deja un poso notable. Breves historias, en su mayoría, contadas con un lenguaje llano y directo, sin apenas adjetivos ni florituras estilísticas. Y es que en sus poemas no deja de ser el mismo contador de historias que ya conocimos y apreciamos en sus canciones.