Las líneas entre los géneros son cada vez más difusas, y el lector actual parece agradecerlo. La mezcla de géneros, o la disolución de fronteras, supone una mayor libertad para el escritor y una promesa de mayores sorpresas para el lector. Y los críticos se ven obligados a rebuscar mejor en su acervo literario para encontrar similitudes en autores ya consagrados; así, Final de trayecto, la ópera prima del francés Emmanuel Grand, ha sido presentada por algunos medios como “una mezcla entre Georges Simenon y Stephen King“. Ello es debido a que en esta novela hallamos un curioso maridaje entre thriller, novela social de oscuras tonalidades y novela de terror sobrenatural.
El protagonista es Marko Voronine, un ucraniano inmigrante clandestino en Francia, adonde llega de la mano de una red mafiosa que trafica con personas necesitadas de salir de su tierra. Por avatares del destino, Voronine se ve perseguido por la mafia rumana que lo ha llevado hasta allí, y obligado a esconderse para seguir con vida. No se le ocurre para ello otro lugar que Belz, una isla de 2.000 habitantes en la costa de Bretaña. Sin embargo, en lugar de un refugio, Marko encontrará allí más problemas, al abrírsele otro frente de hostilidad con los locales, una sociedad muy cerrada y endogámica donde no toleran bien a los forasteros y donde ven a Marko como un rival que les disputa la ganancia en su modo de vida como pescadores que faenan en durísimas condiciones y en un sector que ya está de capa caída, donde ellos sólo aspiran a sobrevivir como mejor pueden. Un tercer frente surgirá pronto en forma de oscura amenaza que no es de este mundo y de la cual los habitantes de la isla saben mucho y temen más aún.
Ese resumen da una idea de la amalgama de géneros que nos vamos a encontrar. Casar un thriller poblado por mafiosos de Europa del Este e inmigrantes ilegales, con las dosis de tensión y de violencia que acertadamente podemos imaginar, con novela de terror sobrenatural es una hazaña propia de autores muy avezados, y aquí hemos de decir que Final de trayecto saca a relucir su carácter de primera novela. Era muy difícil hacer que las distintas subtramas convergieran de forma totalmente coherente, fluida y sin fisuras, y el resultado es satisfactorio sólo a medias, pues lo cierto es que, si lo deseable hubiera sido que la parte de novela criminal y la parte de novela fantástica y de terror hubieran discurrido por un mismo cauce y desembocado en un desenlace redondo o, al menos, capaz de responder por igual a los interrogantes e intrigas que cada subtrama por separado despierta, tal objetivo no se consigue y el desenlace resulta desigual, pues el equilibrio, ya de por sí difícil, acaba deshaciéndose claramente a favor de uno de los dos. Al elegir -probablemente, de forma involuntaria- uno de los dos géneros en detrimento del otro, Emmanuel Grand adelgaza y priva de fuerza la solución del otro, lo cual resulta en unas expectativas que fácilmente pueden verse defraudadas, y eso es así porque, hasta el tramo final, la novela es adictiva y suscita muchos interrogantes y, por tanto, ganas de seguir leyendo.
Ya lo hemos dicho: combinar subgéneros es algo al alcance de muy pocos, y, de esos pocos, seguramente ninguno acertó a hacerlo en su primera tentativa. Uno de los dotados para hacerlo es Stephen King, autor que tiene tanto el don como la experiencia necesarios para mezclar misterio, terror y hasta humor y hacer que la novela sea unitaria, que todas las subtramas e historias paralelas se lean como un solo relato y no como varios que corren paralelos y en ocasiones se tocan. La gran diferencia entre el terror que cultiva King y el que elabora aquí Emmanuel Grand es que los monstruos de King son siempre de origen netamente humano; pocas veces se apoya en elementos folklóricos, en leyendas, en entidades que existen en contra del hombre, sino que crea sus horrores a partir del hombre. El monstruo de King es siempre una transposición de la materia oscura del alma y de la psique del hombre, y eso hace que, aparte de infundirnos mucho miedo, nada de lo humano le sea ajeno. El terror que nos ofrece Final de trayecto, por el contrario, es un terror que surge de fuera de los confines del hombre y al que éste se enfrenta. Esto no es ni mejor ni peor, pero sí es una dificultad añadida a la hora de otorgar credibilidad a una novela que quiere conjugar lo humano y lo fantástico. Y es que Final de trayecto puede leerse también como una competición entre horrores: ¿a qué le tenemos más miedo, al matón de la mafia que nos pisa los talones y puede descubrirnos y liquidarnos en cualquier momento, o a un ser ultraterrenal que merodea por los bosques y las costas del lugar donde vivimos? Esos dos miedos que viven en Marko, el protagonista, son antagónicos, y por eso resulta difícil contar una historia que contenga y dé respuesta a los dos.
A pesar de todo lo dicho, Final de trayecto es una lectura muy entretenida y que contiene muchos aciertos. Por ejemplo, Emmanuel Grand apunta maneras en el género de thriller. La historia de los inmigrantes ucranianos es creíble, está contada de forma eficaz y con los detalles necesarios en los momentos oportunos, dotándola de verosimilitud y de hondura, aparte de ser un tema de triste actualidad (aunque ¿no siempre lo es?). También engancha, y mucho, la descripción de las condiciones de vida y de trabajo de los habitantes de Belz; una vida melancólica, porque está condenada al fracaso y a la extinción y a no brindar jamás ninguna prosperidad a los pescadores. Y hay apuntes muy interesantes sobre otros temas, como el maltrato a la mujer, que apenas asoma en la novela pero que está tratado con la complejidad suficiente para no caer en el simplismo ni en el tópico; la penuria de ser diferente -o considerado diferente- en una sociedad cerrada como un clan; la sensación de culpa y la carga que supone, muchas veces insostenible; el choque entre religión y paganismo; y las relaciones entre las mafias y los códigos que manejan. Emmanuel Grand se muestra como un escritor minucioso y de gran valía al tratar todos esos temas, y es de esperar que sus dotes se consoliden y brillen sin sombras en futuras novelas. En cuanto a Final de trayecto, supone una lectura trepidante que será apreciada, a buen seguro, por aficionados a varios géneros distintos, así como a los interesados en el folklore del norte de Francia y de parte del Atlántico.