Formas del amor, de David Garnett
Una ligera y encantadora historia que, evitando al mismo tiempo los lugares comunes del drama y de la novela romántica, hace honor a su título.
No suelo planificar mis lecturas; no soy tan organizado y, además, cada momento y cada estado de ánimo tienen su libro y no es nada fácil acertar con antelación. Sin embargo, ante la cantidad de libros sin leer que se van acumulando, decidí intentarlo y preparé una lista de unos diez libros con la intención de irlos leyendo a lo largo de la primera mitad del año. Llegué hasta el tercero.
Y lo peor es que cuando lo terminé, hace unos días, me encontré con que no sabía qué leer a continuación; la lista estaba descartada, aunque sólo fuera por rebeldía, y sentía una vaga necesidad de leer algo “diferente”, aunque no sabría decir de qué debía diferenciarse. De modo que escogí cuatro o cinco libros que aún no había leído y que me parecían atractivos, entre los que se encontraba Formas del amor, de David Garnett, un título que compré meses atrás sin saber muy bien por qué, siguiendo una especie de intuición, a pesar de que apenas sabía nada ni del autor, uno de los miembros menos conocidos del grupo de Bloomsbury, ni de su obra.
Como aún no era capaz de decantarme por ninguno de los libros que había seleccionado, decidí leer las primeras líneas de cada uno, a ver si alguno de ellos me enganchaba. Abrí el primero y leí un par de páginas: demasiados personajes hablando todos a la vez. Hice lo mismo con el segundo: muy poco diálogo. Entonces le tocó el turno a Formas del amor. Cuando lo cerré había leído más de cien páginas.
Formas del amor es una novela deliciosa y ligera, tanto que casi me atrevería a calificarla como frívola (no en vano Andrew Lloyd Webber compuso un musical basándose en esta obra). De hecho, me da un poco de miedo contarles el argumento, no sea que la juzguen demasiado intrascendente.
En la Franciade la posguerra, mientras todo un continente trata de sanar sus heridas y de recuperar el optimismo y la alegría, Alexis, un joven inglés fugado de la escuela, conoce a Rose, una hermosa actriz de teatro algo mayor que él, de la que se enamora perdidamente. En vista del escaso interés en la obra mostrado por el público de la pequeña ciudad de provincias donde actúan, la compañía teatral decide suspender las representaciones y Rose se queda en la estacada. Alexis, que es tímido e inexperto, pero sin duda no tiene nada de pusilánime, aprovecha la ocasión para invitarla a compartir con él los quince días que quedan hasta la próxima representación en la mansión que su tío y tutor, un rico baronet británico, posee a los pies de los Pirineos.
Pero los planes de Alexis se van a torcer cuando, al poco de instalarse la pareja, aparece por sorpresa el tío, que resulta ser un tipo mundano y encantador. Demasiado encantador.
Comienza así un atípico triángulo al que con el paso de los años, gracias a la tolerancia y permisividad de sus integrantes, se irán añadiendo más vértices, desafiando los límites de la decencia y la geometría. A medida que discurre la narración, estos hombres y mujeres desinhibidos y liberales no permitirán que los convencionalismos pongan freno a sus pasiones, lo que les llevará a experimentar las más diversas formas del amor.
No me malinterpreten, por favor, Formas del amor no es una crónica libertina cuyos lascivos protagonistas, de orgía en orgía, viven obsesionados con probarlo todo. No, se trata de personas normales que se atreven a recorrer caminos distintos a los trazados por las imposiciones sociales, utilizando como brújula sus sentimientos y sus pasiones en lugar de sus conciencias o las normas prefabricadas de la moral burguesa. No se trata de libertinaje, sino de valor.
Además, quizá porque los actos motivados por el amor son más fáciles de justificar, tienen la sensatez y la sensibilidad necesarias para no herirse demasiado cuando a alguno de ellos le llega la hora de partir. A fin de cuentas, abandonar a un amante con un beso y un “ce sera un souvenir léger pour toi” (“será un leve recuerdo para ti”) es más elegante que arrojar sus cosas por el balcón.
Todos estos encuentros y desencuentros los narra David Garnett con sencillez y naturalidad, sin darles mayor importancia, evitando al mismo tiempo los lugares comunes del drama y de la novela romántica. Por eso la lectura de Formas del amor es en apariencia tan liviana, tan llena de buen humor y optimismo. Pero sólo lo es en apariencia, porque la pluma elegante y sensual de Garnett oculta, tras sus diálogos rápidos e ingeniosos, una corriente de celos, de sufrimiento e incluso de violencia que, a pesar de aflorar en contadas y breves ocasiones, no puede soslayarse. Y esa corriente, en cuyo rumor, constante y sordo, palpita el presentimiento de que algo oscuro y terrible podría suceder en cualquier momento, es lo que le da profundidad y perspectiva a la obra, más aún cuando se contrapone al tono amable de la narración.
Formas del amor es una encantadora novela que hace honor a su título. Entre la sutileza británica y la elegancia francesa, el común denominador de sus protagonistas es la valentía con que se entregan a sus pasiones –el amor, la comida, la bebida, el teatro, la música–. Por eso resulta inevitable que el lector termine por enamorarse un poco de todos ellos. Pero no se preocupe: cuando cierre el libro y los personajes le abandonen, su lectura no se convertirá en un “leve recuerdo”, porque su vitalidad y su gracia permanecerán para siempre en su memoria.
Me encantaría leer este libro. Y, Javier, me gustó mucho el toque personal que le diste a la reseña en los primeros párrafos.
Un beso!!
Mañana volveré a firmar tu reseña, ahora me tengo que ir, pero no puedo marcharme sin remarcar dos líneas que me resultaron fabulosas:
“Comienza así un atípico triángulo al que con el paso de los años, gracias a la tolerancia y permisividad de sus integrantes, se irán añadiendo más vértices, desafiando los límites de la decencia y la geometría”
Te felicito:¡alta literatura la tuya!
Gran reseña. A veces creo que disfruto más leyendo vuestras reseñas que con los libros. Y desde luego, has sabido despertarme el interés por esta obra que no conocía.
Un saludo!!!
Javier, me intriga la lectura de FORMAS DEL AMOR, la reseña… la compro! asi que voy a leer la novela y después vuelvo a hacer justicia!
Saludos!
Javier, me intriga la lectura de FORMAS DEL AMOR, la reseña… la compro! asi que voy a leer la novela y después vuelvo a hacer justicia!
Saludos!
(El mail que figura en el anterior comentario es incorrecto)
Javier, Javier…
¿Cómo es posible que cada vez que leo una reseña tuya quiero leer el libro? Bueno, de hecho es fácil. Tus reseñas son atractivas y tus lecturas son tan distintas e interesantes que no es difícil querer hacerse con un ejemplar!!
Asique, felicitaciones por la reseña!!
Georgina, lo que cuento en los primeros párrafos de la reseña sucedió tal cual; una vez comencé a leer no pude dejarlo. Me gustó mucho este libro y creo que a ti también te gustaría. Gracias por tu comentario.
Roberto, aunque sin duda exageras, te agradezco tus palabras. Yo sólo trato de compartir lo que me transmite lo que leo y de dar a la reseña un tono parecido al del libro, así que cuanto pueda haber de bueno en mi comentario, nace directamente del libro y de él es todo el mérito.
Para mí eran también unos completos desconocidos el título y el autor, Margarita. Ha sido uno de esos descubrimientos afortunados. Y te aseguro que disfrutarás mucho más del libro que de la reseña, ya me contarás si te animas a leerlo. Gracias por tu comentario.
Martín, espero que efectivamente vuelvas para comentar tus impresiones. Gracias por tu comentario.
Pues lo dicho antes, Rosario: es mérito del libro, no del reseñista. Gracias por tu comentario.