De un tiempo a esta parte veo en cómics cada vez con más frecuencia el nombre de Víctor Santos. Ya sea como escritor o como dibujante, es muy posible que estemos ante el autor que ha conseguido publicar en más editoriales españolas diferentes: Norma, Panini, Aleta, Astiberri, Dolmen, Planeta…
Así, que me suenen de buenas a primeras, aunque no haya leído todos los títulos, me vienen a mi continua y bullente cabeza Silhouette, Ragnarök, Polar (en donde de forma brillante solo usa tres colores –casi los mismos que los títulos que dio Krzystof Kieslowski a sus películas– el negro, el blanco y el rojo), Los ratones templarios, Los reyes elfos, Asquerosamente rica (con guión ni más ni menos que de Azzarello), Hija de la tormenta… Y me dejo mucho, ya digo que esto es solo lo que me suena. Un currículum impresionante y que sigue creciendo, (actualmente al ver las fotos de su nuevo proyecto, Violent Love, se me ponen los dientes largos).
Por otra parte, no me extraña el éxito de Santos. Tiene un dibujo muy expresivo y suelto que es lo que suelen requerir sus historias,–a las que se ajusta como un guante, también en este cómic– y que, particularmente, me convence y me gusta mucho.
Pero al grano. ¿Cómo resistirse a querer averiguar el contenido de este cómic cuando en la portada vemos a una nena cabreadísima y a la que se ve llena de salpicones de sangre e incluso grumitos como los del Cola Cao? ¿De qué va Furious: Estrella caída (y no La señal)? Básicamente de la doble batalla que tiene que librar una jovencita con superpoderes, que no sabremos, al menos en este tomo, de dónde han salido. Por un lado la sempiterna lucha contra el mal, como buena superheroína. Por el otro, la lucha que tiene que mantener contra la opinión pública, pues la jovencita tiene un pesado de estrella infantil y juguete roto. De alguien que no supo asimilar su éxito ni gestionar los privilegios que fama y dinero llevaban aparejados y de algo más que no puede perdonarse. De hecho, el autoperdón será uno de los motores de este cómic.
Otro motor, real como la vida misma en este siglo es el de una sociedad en la que un mal comentario, un tweet con un chiste desafortunado o sacado de contexto, una metedura de pata que podría haberse quedado en eso… de inmediato va de móvil en móvil y de ahí en seguida pasan a ocupar minutos en telediarios, que, ¡manda huevos!, ya se nutren más de este tipo de “informaciones” que de lo que realmente debiera ser noticia. De ahí, de un error, nuestra prota, que quería ser conocida como La señal, será bautizada y con razón como Furious.
Porque es que esta chica no se corta un pelo y de ahí lo del bautismo. Porque no se pone freno. Reparte golpes a base de bien a los malhechores de turno, incluso cuando ya están noqueados, quedando su cara y puños llenos de sangre ajena. Tiene escenas muy salvajes de ira incontrolada, pero también se puede medio justificar al ser resultado de encontrarse con unos crímenes que tienen lo suyo… Podríamos decir que la furia es uno de sus superpoderes. Pero también podemos decir que alguno de esos cabrones a los que somete a palizas se lo tienen merecido. Lo deseamos, nos gustaría hacerlo a nosotros mismos, pero no lo haríamos (¿o sí?) y acabamos reprochándoselo a quien sí se atreve.
Así pues, ¿hacemos lo que afirma la contraportada?:
“¿Creamos a nuestros héroes solo para verles caer?”
La trama se completa con flashbacks que explican algo, no todo, el pasado de esta joven, que no es la típica mujer embutida en mallas y con tetas como cocos, sino que es más realista, una chica normal, mona, o incluso esa patosa a la que se le caen los huevos y te puedes encontrar al hacer la compra.
Furious: Estrella caída es un cómic de superhéroes que intenta tener una base realista, una protagonista humana, con sus problemas y comidas de tarro, con sus fantasmas internos y sus intenciones de hacer el bien. Un cómic, aunque no es el primero, que también viene enfocado de manera realista como respuesta a la pregunta de cómo actuaría la sociedad ante la aparición de seres con poderes.
Canelita.