Hermana mía, mi amor, de Joyce Carol Oates
Hermana mía, mi amor está inspirada en un crimen real: el cometido en la pequeña persona de JonBenét Ramsey, una bonita niña de 6 años famosa por triunfar en concursos de belleza y que apareció muerta en el día de Navidad de 1996 en el cuarto de calderas de la mansión familiar de Boulder, Colorado.
Fue un caso rocambolesco, aún no oficialmente resuelto, pero sobre el cual todo el mundo que era alguien en la investigación y, por añadidura, aún más gente que nunca fue nadie en aquélla parece haber tenido algo que decir.
En fin, es un caso que sigue vivo, y parece que también lo está en el inconsciente colectivo norteamericano. Hermana mía, mi amor es la crónica (ficticia, pero en la cual también la autora articula una hipótesis), no tanto de ese crimen, que probablemente nunca se sabrá a ciencia cierta cómo fue, como de la familia en cuyo seno esa muerte a deshora pudo ocurrir y ocurrió. Es la renombrada escritora Joyce Carol Oates quien fabula en torno a ese suceso, y lo que resulta de ello es una tragedia puramente norteamericana, no muy alejada de las de las películas de sobremesa de la televisión en cuanto a contenido. De hecho, con este material de partida podría haberse escrito una novela normal y corriente que en nada habría destacado de sus compañeras de estantería. Pero Hermana mía, mi amor no es una novela corriente, sino que merece una mayor atención y un mayor interés por parte del lector curioso y exigente que no renuncia, con todo, al placer de una lectura entretenida (porque esta novela lo es, y mucho) y hasta divertida, cosa que la autora consigue gracias a su pluma bien cargada.
Hermana mía, mi amor nos sitúa en un territorio impreciso entre la realidad y la ficción, y allí, Oates establece un juego con el lector; la irónica autora elige un tono satírico para su crónica de la destrucción de la familia como institución fundamental de la sociedad norteamericana, y esa sátira desborda progresivamente sus límites iniciales y acaba contaminándolo todo, incluyendo el papel de la propia Oates como narradora y el del lector como mero espectador.
Cada miembro de la familia Ramsey tiene su trasunto en uno de la familia Rampike: marido y mujer y dos hijos, niño y niña, todos ellos ostensiblemente disfuncionales y afectados de uno o varios vicios del carácter, algunos más nocivos que otros. El narrador es (casi) en todo momento el hijo y, a la vez, hermano mayor de la pequeña Bliss, una niña casi completamente desatendida de sus padres hasta que, ¡oh, maravilla!, descubren que es un prodigio del patinaje sobre hielo, momento a partir del cual comienza a fraguarse la nueva vida de la familia Rampike, una vida de creciente proyección mediática y de creciente popularidad social, justo en un entorno en el que tales cosas marcan la diferencia entre ser sólo ricos o ser ricos con clase. Y comienza a fraguarse –lo sabe el lector desde el primer momento, y no sólo porque la historia que sirve de base a Hermana mía, mi amor sea conocida– la tragedia que engullirá a todos los Rampike, especialmente a Skyler, extraño y muy humano modelo de víctima, primero inocente y luego, en cuanto superviviente, también irónico e hiriente, sobre todo consigo mismo.
Hay varios grandes logros en Hermana mía, mi amor. El principal de ellos me parece el personaje de Bliss Rampike, así como el de sus tres familiares supervivientes, por contraste con el de ella. En Hermana mía, mi amor nos sumergimos en un mundo regido por la vanidad y el valor de las apariencias, y es curioso cómo los tres Rampike que sobreviven –también, a nuestro pesar, Skyler, con el cual yo enseguida me encariñé y al cual deseé fervientemente que le acabaran saliendo bien las cosas– no llegan nunca a mostrársenos tal como son. Dos de ellos, los adultos, se nos muestran cuando ya están enmascarados, y nunca los conocemos tal como una vez fueron -cabe destacar la mordaz y divertida caracterización de Bix Rampike como un esnob arribista cuyo patrimonio cultural es un totum revolutum de citas, nombres, autores y referencias-; el otro, Skyler, nos va contando él mismo su evolución y su paso de la inocencia a la amargura de la adultez. Casi el único personaje de toda la novela que se nos muestra tal como es, que actúa según siente y que no engaña, es la niña, Bliss; el único personaje inocente, y el único que es asesinado en plena niñez.
Otro éxito destacable de Joyce Carol Oates en esta novela es su tono sardónico, de distanciamiento con respecto a lo que cuenta y a los personajes. Sirviéndose de varios recursos de intención ironizante, establece un juego de voces cuyo objetivo parece ser obligarnos a preguntarnos por nuestro papel de lectores pasivos y, al final, por nuestro rol en esa explosión de la prensa sensacionalista que saca tajada de la desventura de unos niños. Para ello, se sirve de varios recursos de tipo irónico
Al final, con ser esa maniobra de la autora algo muy llamativo (y de divertidas consecuencias), en el fondo, no es sino un recurso formal y algo forzado. Porque, en el fondo, Hermana mía, mi amor no es una novela tan diferente a otras. Yo la he leído como una hermosa (y dura) historia de búsqueda de redención personal, en la que, a pesar del constante tono de tragedia sin paliativos y de mala suerte pertinaz del pobre Skyler, yo he creído (¿o querido?) ver una nota sobrevoladora de esperanza y de nobleza; a pesar de nuestra condición de víctimas, y precisamente quizá por haberlo perdido todo, es posible (aún) seguir luchando por la propia salvación.
Hermana mía, mi amor es una novela que, si bien sufre de su tercio final, en el cual la narración pierde rumbo y garra con respecto al tramo anterior, es aun así decididamente brillante, y muy, muy adictiva. Yo me quedo con el hecho de que, pese al tono cínico que utiliza la autora, sin embargo, ésta no es la historia de Bliss, el personaje que sucumbe al mundo, sino la de Skyler, el personaje que, a pesar de todo, sobrevive. Es la historia de una supervivencia.
(Por cierto; si, como a mí, les pica la curiosidad por saber más, he aquí un artículo -en inglés- escrito en 1999 por Joyce Carol Oates, titulado “El misterio de JonBenét Ramsey”. Es muy interesante; se lo recomiendo).