Reseñar este libro va a suponer una grandísima responsabilidad. Si elogio el trabajo realizado por su autor y lee esta reseña, él pensará que estoy siendo condescendiente, pero si lo critico negativamente, lo mismo le da un soponcio. No lo digo yo, lo dice él mismo, Ricardo Cavolo, un (lo siento, colega, sin condescendencia alguna) tío complejo y fabuloso artista. Ahí queda. El libro Jamfry. Autobiografía me ha resultado de una lectura tan amena como especialísimos son los dibujos que acompañan el texto. Este es el primer libro de arte de Cavolo que ha llegado a mis manos y la experiencia ha sido muy entretenida, a ratos divertida, y por encima de todo admirable por su modo de narrar con los dibujos y el arte de dibujar con sus palabras. Sí, un tanto paradójico, pero eso me ha parecido. Dibuja su vida a través de un lenguaje llano, fantasioso y magnífico, y cuenta a través de los símbolos y colores que emplea en su arte y forman parte de su identidad. Una vida dedicada al arte que ha querido mostrar en un libro. Corrijo, un tercio de su vida dedicada al arte, el primero, ya que ha prometido realizar otros dos volúmenes con los dos tercios restantes de su vida cuando los cumpla, obviamente.
Así, ¿quién es Jamfry? Pues es, ni más ni menos, que un niño de tres años que pasaba las tardes mesa con mesa dibujando sus primeros garabatos junto a su padre. Así se inicia este viaje de experiencia y aprendizaje, de vida al fin, de un más que valorable dibujante. Pero también de la persona como individuo. Y como en todo viaje, se encontrará con diversas curvas en el trayecto, muchas cuestas casi imposibles de subir y muchas otras de bajada a la que faltan frenos para evitar el choque. A través de su amplísimo imagenio conoceremos detalles de su adolescencia, sus gustos musicales —grande ese primer acercamiento a los Saipresgil (Cypress Hill)—, el cómo Italia le cambió la vida (y el apellido artístico, que se pronuncia como esdrújula); también sus miedos a los diablitos mamoncetes que a veces se cuelan por la puerta y el refugio que encontraba junto a Conan, Cthulhu, Indiana Jones o Bart Simpson. Un viaje casi novelizado que llega a su clímax cuando la anguila gigante salió de su escondite y atacó.
El arte de Ricardo Cavolo presenta una serie de símbolos recurrentes en su obra ligados a sus experiencias vitales. Los más destacables serían el uso del fuego que sobresale en algunos de sus personajes, esa llama que prende producto del fuego artístico que siente Cavolo. El que todos tengan otro par de ojos puede manifestar la doble mirada, el doble rasero con el que nos mostramos ante los demás. Todos llevamos un yo interior que, seguramente, muestre una mirada distinta. Y lo más destacable de su arte, el juego de colores que emplea. De entre ellos, hay dos que llaman poderosamente la atención, que son el rojo y azul, contrapuntos del tono cálido y el frío. Como opuestos, he querido interpretar que simbolizan también un desdoblamiento del yo, una parte racional frente a otra más fantasiosa, quizás. Son solo divagaciones.
Después de haber leído Jamfry. Autobiografía la sensación que me queda es la de haber charlado un rato la mar de agradable con un chico que ama su arte, en ocasiones más que a sí mismo y que, sin pretender ser un guía espiritual o de libros de autoayuda, muestra los dificilísimos momentos que le arrastraron a la oscuridad y cómo ha conseguido superarlos, en parte, por compartirlos conmigo. Muy agradecido por su arte y su historia. Y como apunte final, las páginas últimas del libro, recortes de fotos y dibujos, piden una canción de fondo. Creo que me ha sido imposible no elegir el Here comes the sun por Nina Simone. Las sonrisas vuelven a los rostros, aquí llega un nuevo amanecer.
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