Juguetes rotos, de José A. Bonilla

Juguetes rotosHoy empiezo por el final de esta novela, porque hay un pequeño ensayo de José Ángel del Dios en el que nos recuerda que: “el psicólogo John B. Watson decía que hay tres emociones humanas no aprendidas, fundamentales y comunes en toda la especie humana: el amor, la ira y el miedo”. No voy a entrar a analizar esto, pero lo que es seguro es que el miedo nos acompaña desde la cuna hasta que nos morimos, y aunque duremos 100 años, siempre le tendremos miedo a algo o a alguien. Los miedos cambian con el tiempo, algunos son comunes y otros individuales. Algunos parecen tener origen o motivo y otros son irracionales e inexplicables. Toda nuestra vida estamos superando miedos y esto no es malo, nos hace aprender y madurar, hacernos más fuertes. El miedo también es importante porque nos hace prudentes, aunque no puede ser tan grande que nos paralice y no nos deje avanzar. Cuando eres un crio, estás intentando probar hasta donde llega tu valentía o tu miedo, todo el rato. Yo recuerdo querer ver aquellas películas que presentaba Chicho Ibáñez Serrador, Historias para no dormir, o las de Alfred Hitchcock presenta, pero luego me cagaba de miedo en la cama. Somos así.

Yo creo que esta novela sirve para esto, para probar si estoy preparado para superar este miedo. ¿A vosotros también os prevenían sobre el hombre del saco?  Yo tengo un vago recuerdo. Durante años mi mente me decía que lo había visto, pero fue una mezcla de lo que me contaron con una ensoñación. En este libro se hace real el monstruo.

Juguetes rotos se presenta para un público juvenil. Aclara la editorial, y yo me hago eco porque me parece importante, que es para jóvenes-adultos; cuidado con ofrecerle esta novela a un niño demasiado pequeño, sensible o inmaduro, porque igual la liamos. Os cuento el argumento.

Laura es una chica madura y responsable que está en cuarto de la ESO, a la que le toca pasar por una experiencia traumática. Su mejor amiga es Sandra, que está pasando por el proceso de separación de sus padres. La tía de Sandra vive a las afueras de Londres, en Watford, con su familia. Sandra invita a Laura a ir con ella y con su madre a pasar las fiestas navideñas a casa de sus tíos, para cambiar de aires. Allí conoce a George, el primo de Sandra, que se convertirá en un gran amigo y a Alex, un estudiante de Erasmus apasionado de las novelas de Sherlock Holmes, que vive en una casa cercana junto con otros chicos extranjeros. George les lleva a conocer El maravilloso mundo del Señor Brown, una tienda de las que ya no quedan, en la que se venden y reparan  juguetes antiguos, artesanos, especializada en maquetas de trenes. El señor Brown es un entrañable anciano que les enseña sus tesoros y les cuenta historias de la época de la Revolución Industrial. Al mismo tiempo, en Londres, un secuestrador en serie de niños pequeños está sembrando el pánico. Laura se cruzará con este fantasmagórico personaje y ella y sus amigos se ven metidos en medio de la investigación, que se complica más de lo que hubieran deseado.

Lo que en principio a mí me pareció un argumento interesante pero inocente, algo así, como una actualizada aventura de Los Cinco de Enid Blyton y que en la primera mitad del libro, parecía confirmarse, se me reveló como una autentica pesadilla en la segunda parte. Las últimas 100 páginas las pasas con el alma en vilo, aterrorizada y con los ojos como platos. ¡Madre mía! Señor Bonilla, señor Bonilla… vaya tarde de domingo angustiosa que me ha hecho pasar; pero hombre, con esa forma tan delicada de contar las cosas, llena de metáforas, tan victoriana, educada, y de repente se me pone usted así de bruto. Se lo perdono porque me lo he pasado pipa, sí, con susto, pero con gusto. Es como cuando llevas a un niño al tren de la bruja y pide una vuelta más aunque se tire todo el rato gritando de miedo. O como cuando estás viendo una película de miedo y pones la mano para tapar los ojos, pero miras entre los dedos.

Me gustó mucho la ambientación, y no solo porque me guste mucho Londres, me recordó a los libros antiguos, es clásica casi preciosista o barroca, no sé muy bien cómo definirlo. Utiliza lo real para meternos miedo, no un mundo fantástico y sobrenatural como Los juegos del hambre.

Antes de acabar tengo que hablaros de la maravillosa edición que acompaña a la estupenda historia. La editorial es nueva, Dilatando Mentes, y yo me pasearía por su web para que veáis su forma de trabajar. Cuidadísima hasta el último detalle. El libro es bonito físicamente, por dentro y por fuera. Han introducidos ilustraciones de Cecilia G.F. Tiene una presentación interesante. Cómo os dije al principio, tiene un ensayo sobre uno de los temas principales del libro. Añaden información y enlaces, para que puedas profundizar más. Hasta viene con un código QR con una lista de reproducción de música recomendada, para que nos pongamos de ambientación mientras leemos Juguetes rotos. En resumen, un magnífico trabajo.

 

2 comentarios en «Juguetes rotos, de José A. Bonilla»

  1. Hola, Puri, soy Ángel, de Dilatando Mentes. Muchísimas gracias por tus palabras y celebramos no sabes cuánto que te haya gustado tanto la historia que ha escrito el “perverso Señor Bonilla” (jejeje), como la edición que os hemos presentado. Ese es un gran premio para nosotros, que los lectores, que sois los que nos dais vida, quedéis satisfechos.
    Te esperamos pues en un próximo libro, y ya sabes dónde estamos para lo que quieras. Un saludo.

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    • Hola Ángel, ha sido un placer, de verdad, el libro entero, no solo la lectura sino el tenerlo en las manos. No soy pitonisa, pero os auguro gran éxito porque las cosas bien hechas, bien quedan y se merecen valoración y respeto.
      Abrazo.

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