Reseña del cómic “La Bruja Escarlata: La senda de las brujas”, de VV. AA.
Para el lector asiduo de cómics Wanda Maximoff no era una desconocida cuando hizo su primera aparición en el Universo Cinematográfico Marvel a través de la película Los Vengadores: La era de Ultrón. Para el público en general sería el principio de una relación con un personaje ficticio que se mostraba complejo y con una personalidad repleta de capas; alguna de ellas incluso con aristas. La serie WandaVision sirvió para diseccionar con maestría todos los rinconcitos de la psique de Wanda. Como espectadores solo tuvimos que sentarnos, observar al principio y conmovernos después, y asistir al desarrollo de una trama que cambiaría a Wanda para siempre. ¿Y ahora qué? Lo que le depare el destino a la Wanda cinematográfica quizá no esté muy alejado del viaje de autoexploración que emprende la Wanda del cómic que hoy nos ocupa.
En el ómnibus La Bruja Escarlata: La senda de las brujas, publicado por Panini Comics, Wanda Maximoff se embarca en una búsqueda incansable para descubrir qué conlleva ostentar el título de La Bruja Escarlata. El encargado de ponerla en este brete es el guionista británico James Robinson que además indaga en los orígenes de Wanda, los altera significativamente y les encuentra acomodo en la continuidad del personaje. De esta manera, Wanda deja de ser el sidekick de un personaje masculino (Visión, Pietro, Magneto, etcétera) y rompe los paradigmas para hallar su propio camino en solitario en la senda del ocultismo.
Una inestabilidad en la brujería a nivel mundial sirve como pretexto para que la trama avance y el personaje se desarrolle con fluidez. Los sentimientos más profundos del personaje, los recuerdos que la marcaron e hirieron con una depresión y ese afán por buscar la redención para enmendar actos pasados se mezclan con unas aventuras al más puro estilo detectivesco. El contexto, sin embargo, nos lleva a descubrir que todos los misterios a resolver tienen aire paranormal. Demonios, monstruos aberrantes, brujos malignos e incluso extraños seres primigenios son una parte del zoo de lo oculto con el que tendrá que enfrentarse, o aliarse, Wanda.
La Bruja Escarlata: La senda de las brujas consta de quince números y la mayoría de ellos transcurren en un país diferente. Aquí es cuando el folclore de cada lugar entra en escena. Si se habla de España entonces hacen acto de aparición las sorginaks (brujas en euskera) y, como no, la Santa Inquisición. En el momento en que Wanda pone un pie en Kioto, la rica mitología del país nipón cobra vida y sus demonios entran en acción. Su viaje por Asia la hará recalar en China y allí el mito de Tongji será actualizado para que el chamanismo encaje en una ciudad donde la Tríada campa a sus anchas. Grecia, Irlanda, Francia y Serbia son los otros territorios en los que las leyendas que pasan de padres a hijos formarán parte de una trama ágil, de unos capítulos que funcionan por sí solos y que en conjunto toman como principal hilo conductor la necesidad de explicar qué habilidades tiene Wanda como Bruja Escarlata y qué precio debe pagar por ellas además de indagar sobre su procedencia romaní.
En el apartado artístico se ha reunido a un cónclave la mar de diverso de ilustradores: Vanesa Del Rey, Marco Rudy, Steve Dillon, Chris Visions, Javier Pulido, Marguerite Sauvage, Annie Wu, Tula Lotay, Zoëlle Jones, Kei Zama, Leila Del Luca, Annapaola Martello, Jonathan Marks-Barravecchia y Shawn Crystal. Cada ilustrador con su característico estilo, así como su particular visión de La Bruja Escarlata y el mundo por el que transita. Unos con un dibujo gótico y oscuro y otros dotando de una personalidad de dibujos animados que parecen sacados de Cartoon Network. Está la ilustradora que convierte las páginas en un lienzo y cada viñeta en un cuadro (en ocasiones con un marcado acento por lo Daliniano) y la que nos muestra un mundo de cariz mágico con toques de art noveau. Hay carácter americano (como no podía ser de otra forma), pero también mucho sabor europeo e, incluso, influencias asiáticas. Con tanta mezcla el producto pierde uniformidad. Aun así, es una gozada girar la página y descubrir qué nos tiene preparado cada autor, más teniendo en cuenta que la mayoría de ellos nos invitan a un particular viaje turístico por su tierra natal. Por último, y no menos importante, hay que hacer hincapié en las maravillosas portadas del vallisoletano David Aja. Portadas eclécticas donde el diseño minimalista deja quince obras maestras.
La Bruja Escarlata: La senda de las brujas es una obra antológica que acerca al lector al misterioso y secreto mundo de las brujas a la vez que muestra los verdaderos orígenes de Wanda Maximoff, su personalidad oculta y su capacidad de redención.