Para Carrol, madurar es morir. Como pedía a gritos Ortega y Gasset en La deshumanización del arte, o como defendía Leopoldo María Panero cuando le dejaban hablar – «en la infancia vivimos y después sobrevivimos» -, o incluso como trataban muchos de los artistas románticos, la clave de toda creación artística está en la mirada del niño. Y eso lo podemos leer en cualquier obra de Lewis Carrol, el escritor – y no de Charles Dodgson, el matemático –. Hoy lo vemos en La Caza del Carualo (The Hunting of the Snark), poema en ocho prontos que se publicó por primera vez en 1876 y que ahora lo hace Nórdica Libros, traducido por Jordi Doce e ilustrado por Tove Jansson.
Desde muy pequeño fui atraído por el universo de Alicia, pero claro, como nos sucede a todos, me quedé en ese primer nivel de ficción en el que todo nos hace gracia por ser maravilloso. No hace mucho caí – al estilo de Alicia – en el mundo creado por Manuel Garrido como estudio preliminar en la edición que Cátedra publicó de Alicia en el País de las Maravillas junto con A Través del Espejo. Fue gracias a esto con lo que descubrí la cara oculta de la obra de Carroll: lógica, lingüística, matemáticas, numerología, palabras maleta, sinsentidos; todo en unos cuentos que hacen estallar de risa a los más pequeños. Quiero pensar que esta carga, que este peso que dejó Carroll en sus obras, queda dentro del niño tras la lectura sin que él sea consciente, para despertar años después. Quiero pensar que eso me sucedió a mí.
Y lo pienso porque cuando leo ahora a Carroll siento algo distinto a cuando era pequeño. Veo ese amor incontestable hacia una niña de la que finalmente le apartaron – recomiendo mucho sus Poemas, publicados por Valparaíso Ediciones –, veo una mente brillante que se dio cuenta de aquello que la poeta estadounidense Louise Glück afirmó no hace mucho en uno de sus poemas: que «miramos al mundo una sola vez, en la infancia. / El resto es memoria». Y esa mirada es la que intenta conseguir, y consigue, Lewis Carroll.
Afirma Manuel Garrido en el estudio preliminar a las obras de Alicia que «la apoteosis del disparate poético en la obra de Carroll es, indudablemente, La caza del Snark» que, en este caso, Jordi Doce decide traducir como La Caza del Carualo. ¿Por qué? Aquí es donde hay que resaltar la importancia de las palabras maleta. Snark es una de ellas, que no viene a ser más que la creación de una palabra a partir de dos distintas, en este caso: snail (caracol) y shark (tiburón o escualo), de aquí que Jordi Doce haya decidido traducir Snark como Carualo (caracol y escualo).
Como veis, y como dije al principio, todo es juego en la obra de Carroll. Y podemos descifrarlo gracias a ediciones como esta, donde se nos explican muchos de los secretos de la obra carrolliana, donde – esto hay que resaltarlo – se nos ofrece la versión inglesa del poema y donde, además, se nos deleita con las maravillosas ilustraciones de Tove Jonsson. Sí, es una pena que no seamos ingleses para empaparnos de los juegos lingüísticos de Carroll, que tengamos la sombra sobre nosotros de esa fórmula latina del traduttore, traditore (traductor, traidor); todo es tan una pena que lo mejor es olvidarlo y sumergirnos en el mundo de la ficción, ¿no?