Si me lo permitís, voy a hablar un poco sobre una de mis series favoritas. Se llama Girls y es idea de Lena Dunham, que también es una de las protagonistas. Esta serie habla de Hannah (Lena) y de sus otras tres amigas, unas chicas neoyorkinas que intentan sobrevivir en la Gran Manzana. Marni es una mujer preciosa, disciplinada, organizada pero cuya vida parece ser un desastre. En su cabeza sabe cómo tiene que ser, pero luego se revela contra ella misma haciendo cosas que no son propias de una chica de su clase. Shosh es una especie de bicho raro, vive en su mundo de cosas extrañas y parece que es la más inocente de las cuatro. Jessa está como una cabra; hace lo que quiere cuando quiere. No tiene límites. Y luego está Hannah, una chica que se sale de todos los estereotipos imaginables. Está gorda y no es que sea una preciosidad; pero a ella, le da lo mismo. De hecho, creo que no hay ni un solo capítulo en el que no enseñe una teta, por ejemplo. No tiene ningún complejo, se muestra tal y como es. Y eso es lo que me encanta de esta serie. Cuando veo Girls sé lo que me voy a encontrar: un grupo de chicas que bien podrían ser sacadas de cualquier barrio y que se muestran al natural. Y esto, señores, es algo que a muy poca gente le gusta. Cuando termino un capítulo, suelo leer los comentarios que los demás dejan por Internet y solo puedo decir una cosa: ¡alucino! El 99% de ellos habla mal de Lena Dunham: que si está gorda, que si no debería enseñar las tetas porque las tiene muy feas, que si debería depilarse el coño (sí, también lo enseña bastante a menudo), que debería hacer dieta, que no está bien que muestre su cuerpo en la serie… y en cambio de los desnudos de la actriz que hace de Marnie, nadie dice nada. Porque ella es perfecta. ¿Pues sabéis qué? ¡bravo por Lena y por sus tetas imperfectas!
Y os preguntaréis por qué estoy haciendo aquí una crónica de una serie que no viene al cuento… pues bien, sí que viene. Y mucho. La charla es como una antesala de las series como Girls. Es una novela-reality. Os pongo en situación: Linda Rosenkrantz, allá por los años sesenta decidió hacer una especie de experimento. Se fue con su grabadora a una zona de veraneo y se dedicó a grabar conversaciones y conversaciones de tres amigos. Sacó tantas horas de grabación, que el primer original del libro tenía más de 1.500 páginas. Tras duros años de trabajo, consiguió reducir ese manuscrito a lo que hoy tenemos en nuestras manos. Con una sola condición: no iba a manipular ni a modificar ninguna de las conversaciones. Lo que leemos en esta obra es exactamente lo que se habló en aquella playa de East Hampton en los años sesenta. Y se hablaba con sinceridad, sin filtros ni tapujos. Un poco como lo que hace Lena Dunham en su serie.
Hay una anécdota sobre La charla, y es que uno de los primeros editores que lo leyó dijo que era de “una obscenidad asquerosa”. Este señor, obviamente, no llegó a editar la obra. Así que Linda Rosenkrantz tuvo que buscar otro cauce para su publicación. Y al final lo consiguió. Y gracias a eso hoy podemos disfrutar de una obra sincera y natural que hará que veamos los realities de otra manera. En ella encontraremos temas de toda clase: sexo, drogas, filosofía, arte… para todos los gustos, vaya.
Esta novela me recuerda un poco a esas noches desinhibidas en las que el alcohol y las estrellas hacen que la filosofía sea una más en la mesa. Esos momentos en los que nos creemos capaces de solucionar el mundo. Pero cuando nos levantamos al día siguiente vemos que todo lo que estábamos diciendo era una soberana estupidez. Pero lo bueno de esas charlas, es que hablamos libres. Hablamos sin miedo al qué dirán, a ser juzgados, a no gustar a los demás. Nos da igual. No hay nada más bonito que la libertad. Y no hay nada más bello que el que tienes al lado te escuche con esa libertad dentro de su cerebro. Hablemos más y más alto. Eso es lo que nos dice Lena. Y también lo que proclama Linda en su libro. Quizá no solucionemos el mundo, pero habremos hablado libres. Que al final, es lo que importa.
Se ve interesante, lo tendré en cuenta.
¡Gracias por tu comentario, Yolanda! Soy súper fan de todo lo publicado por Anagrama, así que qué te voy a decir yo.