A veces, conocer algo más de la vida de un autor nos hace conectar mejor con sus obras. A veces, todo lo contrario, claro. En el caso de N. K. Jemisin, afortunadamente, ha sido lo primero.
Yo no había leído nada de esta escritora, que ha hecho historia por ser la primera en ganar tres premios Hugo consecutivos a la mejor novela por su Trilogía de la Tierra Fragmentada, entre otros muchos galardones recibidos, y La ciudad que nació grandiosa y otros relatos me pareció la mejor forma de conocer una amplia muestra de sus trabajos.
La mejor carta de presentación la hace la propia N. K. Jemisin en la introducción, donde nos relata sus inicios en el mundo de la escritura, cuando solo ambicionaba a ganar lo suficiente para pagar un par de facturas al año. Y no es que fuera pesimista, es que había comprobado que los géneros literarios especulativos estaban estancados, vanagloriándose de ser ficción del futuro cuando solo eran otra forma de recrear el pasado, especialmente la Europa medieval y la colonización americana. Pero, de pronto, se abrió un hueco por donde se colaron las voces de quienes no eran hombres cishetero, justo cuando ella, mujer negra que escribía fantasía y ciencia ficción, publicó su primera novela: Los cien mil reinos. Sin embargo, lo que realmente supuso un cambio en su carrera fue asistir a un taller donde le recomendaron que escribiera relatos. Como resultado de ese consejo, que al principio le pareció absurdo, hoy tenemos en nuestras manos La ciudad que nació grandiosa y otros relatos, que puede verse como la crónica de sus progresos como escritora y activista.
Esta progresión se percibe desde el principio. Los primeros relatos son apenas esbozos de mundos alternativos que se sienten inmensos y, en ellos, ni siquiera se atreve a evidenciar que sus protagonistas son negros. N. K. Jemisin reconoce que, a través de la escritura, ella misma ha afrontado su racismo interiorizado, propio de las obras literarias de todos los tiempos y de la industria aún hoy en día, y que gracias a perder el miedo a escribir de lo que quería y cómo quería, ha empezado a crear en la ficción el futuro que siempre deseó, y también a que el resto tome conciencia en el mundo real.
El nexo de las historias que componen La ciudad que nació grandiosa y otros relatos, sobre todo de las que encajan en el género de ciencia ficción, es que hay gobiernos que persiguen a todo aquel que es diferente o no resulta útil para la sociedad. En unos relatos lo hacen sirviéndose de los avances tecnológicos, en otros, movidos por el odio de las supersticiones religiosas. Pero sus protagonistas, de orígenes africanos generalmente, se revelan de una forma u otra. Al fin y al cabo, de lo que nos habla N. K. Jemisin es de cómo aceptar las diferencias y los cambios, ya sea creando utopías poscoloniales o futuros donde son posibles los mundos en los que la diversidad de razas y de condición sexual se aceptan por fin.
También hay otras historias de corte fantástico, unas recrean pasados y otras, la actualidad. Y son estas últimas las que más he disfrutado (curiosamente, mis favoritas tenían como elemento común el arte de cocinar), no porque me parezcan las mejores, sino porque, en su sencillez, me han parecido redondas. El resto de los relatos son mucho más complejos, una pequeña muestra de realidades especulativas que desbordan la breve extensión de un relato. Se nota que algunos son versiones primerizas de personajes o tramas que más adelante desarrolló en novelas o que desarrollará en obras venideras.
En definitiva, La ciudad que nació grandiosa y otros relatos son veintidós historias que exploran los límites de la humanidad (qué nos hace humanos, qué nos hace dejar de serlo) reinventando pasados, especulando sobre otras realidades y otros mundos. Y nos damos cuenta de que los monstruos están entre nosotros, aquí y ahora, no hace falta salir al espacio ni viajar en el tiempo para encontrarlos. Pero si seguimos el ejemplo de N. K. Jemisin, en la literatura y en la vida, tarde o temprano quedarán relegados.